- Parece que esto del verano se acaba y que en breve la mayoría volveremos a nuestra ciudad, a nuestra casa, en definitiva a nuestro hogar. Así que el libro sobre el que os propongo esta semana a hablar va de eso de ciudades y de casas y de hogares. O mejor dicho, de ciudades y de la carencia de hogares. Hermanos de sangre de Ernst Haffner. Un libro con historia y que nos cuenta historias.
Como os comentaba en el párrafo de arriba, el libro tiene su historia y su autor también. De Haffner apenas sabemos nada. Que fue periodista y trabajador social desde mediados los veinte del siglo pasado hasta la llegada al poder de Hitler. Tuvo que comparecer junto a su editor ante la “Cámara de escritores del Reich” precisamente por este libro. Luego se le pierde la posta y desaparece, no se sabe si a causa de los bombardeos aliados durante la guerra, si se le aplicó el tristemente famoso “Decreto de noche y niebla”, o de forma voluntaria, a mi me parece la opción menos probable.
“Hermanos de sangre” se publicó en Alemania en 1932, con el título “Juventud en la carretera a Berlín“, en pleno derrumbe de la Republica de Weimar y con el nacionalsocialismo listo para abalanzarse sobre el poder. Es curioso que en toda la novela no haya ni una sola alusión a la situación política de Alemania. A pesar de ello fue uno de los miles de libros que en de mayo de 1933 alimento las hogueras de la preciosa Bebelplatz. Como escribió premonitoriamente Heinrich Heine: “Ahí donde se queman libros se acaba quemando también seres humanos”. Afortunadamente ochenta años después alguien rescató al libro de las cenizas y a su autor del olvido. Creo que aunque sólo fuese por esto merecería la pena leerlo.
La novela nos cuenta la historia de algunos de los miles de chicos entre la adolescencia y la mayoría de edad que mal viven en Berlín, en los últimos coletazos de la Alemania de Weimar, ahogada por la crisis y la miseria. Un país devastado física, económica y sobre todo moralmente. Y que avanza con paso firme hacia el precipicio de la autodestrucción del nazismo y la guerra. Unos chicos que subsisten en las calles buscándose la vida con pequeños hurtos o prostituyéndose por unas monedas. Estos chavales toman conciencia de sus nulas posibilidades de salir adelante de manera individual y forman una pandilla: “los hermanos de sangre”, en la que se arropan los unos a los otros, comparten hambre, frio y algún Marcos.
El libro está escrito de un modo directo, áspero muy duro; vamos que rasca, entra como un cuchillo en la mantequilla en nuestra conciencia. El lector es golpeado desde la primera página hasta la última por una realidad brutal, de esas que cuando la vemos en la tele cambiamos de canal. Es al fin y al cabo la vida de la Europa que no consiguió destruirse en la “Gran Guerra” y se prepara a conciencia para conseguirlo definitivamente un cuarto de siglo después.
Los chavales de Haffner son los hijos de la Alemania de entre guerras, esos que se vieron privados de conceptos tan básicos como familia, hermandad, humanidad, Patria y sobre todo libertad. Del libro sale el vaho de tugurios atestados, el hambre, los piojos y el hedor de la indigencia. Leyéndolo tenemos frio y nos calentamos en bibliotecas públicas, comemos en bares de gente “chunga”. Respiramos y olemos lo mismo que los protagonistas.
La novela nos enseña todo aquello que no querremos ni necesitamos ver, o tal vez sí .El autor no cae en la sensiblería, pero tampoco degrada de un modo gratuito a los personajes para enternecernos. Haffner respeta a sus personajes y para mí eso dignifica al escritor y a la obra.
Los “hermanos de sangre” se convertirán en la Banda de Johnny. De la pandilla juvenil de pícaros al más puro estilo de Rinconete y Cortadillo pasarán a ser una simple banda de criminales que escoge sus víctimas precisamente entre sus semejantes, los necesitados y los menesterosos. Ese cambio en los hermanos hará que dos de ellos -Ludwig y Willy- abandonen a sus compañeros y explorar un camino hasta ese momento desconocido para todo el grupo. Tratarán de integrarse en la sociedad. La misma que les ha excluido y que en lugar de ayudarles simplemente se limita a enviarlo de institución en intuición para quitarles de la vista. ¿Lo lograrán?
Estas 250 páginas la habría podido firmar Charles Dickens si hubiese vivido en el Berlín de los años treinta. También las podría haber filmado Rosellini si hubiese situado la escalofriante “Alemania año cero” en la preguerra en lugar de una vez «finalizada la II Segunda Guerra Mundial –el final de la película seguramente es uno de los más duros de la historia del cine-. Lo dicho: “Hermanos de sangre”, un libro neorrealista.
Un comentario