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Bebe mis cuatro rosas. Y olvida otras cosas que te di.*

Hola, la verdad es que esto de la «nueva normalidad» me está afectando a la hora de reseñar los libros que voy leyendo. No sé es si por la estupidez del término, digno de la neo lengua de la Oceanía Orwelliana, o como nos decía el tanguero: “que falta de respeto, que atropello a la tazón    ”, quizá sea porque no he elegido bien mis últimas lecturas o simplemente me ha desganado el calor que hace en Madrid… Pero el caso es que no termino de dar con la tecla. Así que esta semana tiré por la calle de en medio y me decidí por un best: eller: Sé lo que estás  pensando de John Verdon. Un señor que ha vendido infinidad de ejemplares. El libro lo publicó en 2010 por Roca Editorial, es el primero de una serie protagonizada por Dave Gurney.

David Gurney es un detective  del Departamento de Policía de Nueva York que vive retirado junto a su segunda esposa Madeleine en un pequeño pueblo del norte del Estado. Su tranquilidad se verá alterada cuando, un antiguo compañero de la universidad, con el que no mantiene contacto alguno desde aquella época, contacte con él.  Mark ha recibido una extraña carta en la que el remitente le pide que piense en un número del 1 al 1000 y que abra el pequeño sobre adjunto. Cuando lo hace verá que contiene el número en el que ha pensado. Dave investigará el tema y esto le conducirá a a enfrentarse a un peligrosísimo asesino en serie.

Estamos pues, ante una típica novela de detectives. Y ese es precisamente el problema de la novela. ¿ Que es de detectives? No, que es típica. El arranque de la novela es bastante interesante. Nos plantea bien el caso y nos mantiene intrigados sobre cómo el criminal selecciona a sus futuras víctimas y como es capaz de conocer el número en el que piensan cuando reciben la primera carta.  Pero cuando descubre el porqué la obra se empieza a desinflar hasta prácticamente quedarse vacía. Y es que aunque se trate de una historia con un psicópata  prácticamente omnipotente y que su cerebro funciona de un modo muy peculiar, Vendor no es menos curioso, por no decir inverosímil a la hora de relacionar cada uno de los casos con la escena final, cuando menos cogida con alfileres, por no ser más cruel.

El libro está estructurado en tres partes bastante bien diferenciadas, lo cual hace extremadamente simple su lectura. Una cosa que me ha llamado poderosamente la atención, y lamentablemente no para bien, es la sencillez, si me apuráis la pobreza del lenguaje empleado. Obviamente no he contado las diferentes palabras empleadas  en la redacción de la obra, pero no creo que excedan de algunos cientos. Como desgraciadamente para mí no leo en inglés lo achacamos a la traducción. Como dicen los italianos: Traduttore, traditore, en fin…

Una especie de obsesión personal cuando leo un libro, es prestar mucha atención a los personajes. Me interesan sus vidas, sus familias, sus trabajos, sus formas de sentir y de pensar. Por lo general una novela que no tenga personajes atractivos no suele interesarme, p para ser más exacto no será una obra que recuerde y casi con toda seguridad será un escritor al que no de una segunda oportunidad, la vida es muy corta. Los personajes «diseñados» por Verdon me resultan anodinos, planos, de una banalidad casi sonrojasteis. Son estereotipos que hemos visto y leído millones de veces: el policía que no se acostumbra a no serlo, el fiscal con ambiciones políticas, el psicópata marcado por la figura materna, hasta hay un gay fan del «Mago de Oz». ¡Solo falta un abogado judío! Si los personajes son de catón, sus vidas son igualmente predecibles, problemas con padres ausentes, incapacidad para comunicarse y no podía faltar el drama con niño de fondo que los arrastran como Sísifo a la piedra, tela. Vamos todo muy de telefilme de las tres y media de esos que nos trataban de amargar los veranos de los ochenta.

Pues a pesar de los pesares, que no son pocos, el libro es entretenido. Se deja leer y si buscamos evadirnos un rato mientras estamos en la piscina o vamos en el metro, cumple su tarea, con la que está cayendo nos es poco. Como la pizza nos alimenta  y nos gusta, pero sabemos que no es la dieta más saludable, pero mejor pizza que nada ¿no?

*Cuatro rosad, Gabinete Caligari -1985-

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