Hola a todos, como el que no quiere la cosa, hemos terminado el séptimo capítulo del segundo y esperemos que último, de estos años raros, en fin… La semana pasada os hablé de: Donde la tierra se acaba, una novela con regusto a cine clásico y a novela negra. Así que seguí mi “teoría” de que un libro lleva a otro. Pero como soy un lector bastante desorganizado, el libro me llevó a ver un viejo DVD y este a la novela en que está basada: El sueño eterno de Raymond Chandler.
Los Sternwood son una de las familias más ricas y poderosas de Hollywood. Pero esa inmensa fortuna petrolera es directamente proporcional a la capacidad de sus herederas para meterse en problemas. Cuando el General Sternwood recibe tres pagarés que si hija menor, Carmen, ha firmado a un tal Geiger, por unas supuestas deudas de juego. No tiene la menor duda de que es un chantaje. El anciano militar recurrirá a un detective privado para que investigue el asunto. El elegido no es otro que: Philip Marlowe, un tipo que se maneja en Los Ángeles como un pez en el agua.
Antes de comentaros lo que me ha parecido El sueño eterno me gustaría recalcar que se publicó en 1939. Así que la sociedad y el mundo han cambiado muchísimo, creo que en general a mejor. Por tanto aquellos que se acerquen a la novela, no digamos a la película, deben contextualizarla en la época en que se escribió y se filmó. Aquellos que no quieran, no sepan o no puedan percibirla como algo que ocurrió hace más de ochenta años harán muy bien en no leerla. De paso ahorraréis dinero y tiempo. Y es que en esta historia ocurren cosas y hay personajes que pese a que la adaptación al cine pasara el férreo filtro del Código Hays hoy nos chirrían. Porque en la novela de Chandler y en la peli de Hawks .se chantajea sexualmente a una joven que está bajo los efectos de las drogas, se mofan de la condición sexual o de la religión de algún que otro personaje, las autoridades no son todo lo honradas que cabría esperar de ellas, se golpea a mujeres, estas disparan a los hombres con desigual puntería y el poder están por encima de todo y de todos, se utiliza el sexo como recurso para obtener un beneficio y de mata para “seguir en el candelabro” que dijo la ilustre pensadora. ¿Es ese mundo de hace ocho décadas tan diferente del actual? ¿O acaso es que la actual es igual de turbio, pero nos hemos vuelto más puritanos, tal vez más cómodos en las formas, pero no en el fondo? Que cada quien saque sus propias conclusiones.
De El sueño eterno, destacaría dos aspectos: los personajes y el estilo de Chandler. Vayamos por orden. Los personajes nos parecen muy arquetípicos, manoseados. Los hemos visto o leído infinidad de veces en obras de la primera mitad del siglo pasado. El detective sarcástico, astuto, que se cree que está de vuelta de todo. La rubia que hace valer su feminidad como señuelo, pero que debajo de su melena tiene bastante más atractivo que al final de su espalda. El gánster que cree que un smoking de varios cientos de dólares le convierten en alguien respetable. El hampón de cuarta división condenado a perder y dispuesto a pagar con su vida una fidelidad que sabe que no será correspondida. El policía que camina permanentemente por el filo de la navaja con un pie en el lado de la ley y el otro rebasándolo. ¡Vaya novedad! pensaréis. Pues sí. Pero es que estos caracteres o bien los diseñó Raymond Chandler o los perfecciona del los creados por Dashiell Hammett, que es el “padre de la criatura” llamada noir.
Del estilo de Chandler se pueden decir muchas cosas: desde que es chabacano a que es la sublimación del perspectivismo, que dicen los que saben de esto. Pero los que estamos a pie de calle y cuando sacamos un rato leemos un libro, percibimos que estos escritores están muy influidos por el periodismo y el cine. Que fueron los grandes escaparates de los años veinte a los cincuenta del XX. Truman Capote, Budd Schulberg o el hoy muy anciano Gay Talese son una bendita influencia, como lo son algunos de los maestros del cine como Howard Hawks, o los no menos influyentes Fritz Lang – Los sobornados es una joya- o Billy Wilder –Perdición es simplemente perfecta-. Gente con una vieja Underwood o con una cámara nos disparaban, por no decir escupiendo: hechos, hechos y nada más que hechos, de los, de los que nos vamos enterando al mismo tiempo que los protagonistas. El escritor no valora, n no se recrearse en la descripciones, un estilo vertiginoso. Si habláramos de futbol, diríamos que juegan en corto y al pie, con agilidad y rapidez; desconcertantes como esos regates que vemos en blanco y negro de “Amaro” o de “Luisito Suarez”, como les llamaban los de la generación de nuestros padres.
Ya casi acabo y lo hago con un “consejo” de los míos, o sea del Maestro Ciruela, que no sabía leer y montó escuela: este no es un libro de playa ni de piscina. Es de aire acondicionado o de terraza, aunque sea la de casa. Aunque no es un “tocho” de setecientas páginas hay que estar con los ojos muy abiertos. Pasan muchas cosas, infinidad personajes que están conectados de diversas maneras y sobre todo: hay mucha trastienda. Así que u unos post it y un bolígrafo para controlar al personal no nos vendrán nada mal y si no: despacio que se disfruta más como le dice una IMPRESIONANTE Lauren Bacall a Bogart en uno de los diálogos más tórridos del cine en la adaptación cinematográfica de El sueño eterno. Como curiosidad el guión no es de Chandler, lo firma un tal Faulkner que en sus tiempo libre consiguió el Nobel de Literatura. No hay más preguntas Señoría.
P.s. Los que tengáis Movistar podes ver la “peli” a partir del 14 de Agosto. Si se os ocurre una presencia en la pantalla más apabullante que la de “Slim” Bacall en El sueño eterno. Os agradecería que me lo dijeseis, se admiten actrices y actores. Ni Rita en Gilda, ni Newman en El Golpe, ni Audrey interpretando a Holly, ni Peck cazando ballenas blancas, ni Wayne en la Legión invencible, ni tan siquiera la gran Ingrid en Casablanca, o …
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