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Capacidad de adaptación.

Hola a todos, después de un libro tan duro como el que comentamos la pasada semana, esta me gustaría compartir con vosotros una novela más «amable», al menos en las formas. Porque el fondo también tiene su aquel. Se trata de: Un caballero en Moscú de Amor Towles, una novela histórica que transcurre durante más de tres décadas en la extinta URSS, gobernada con puó de acero por Josif Stalin.

En 1922 el joven Aleksander Ilich Rostov res condenada por un tribunal bolchevique, su delito: pertenecer a la aristocracia. El conde Rostov se librará de una casi segura condena a muerte gracias, entre otras cosas, a un poema que escribió años ante y que es del agrado de la «Justicia» estalinista. Pese a todo será condenado a un  arresto domiciliario a perpetuidad. Lo peculiar de esa condena, es que el domicilio del caballero es el lujosísimo hotel Metropol. Durante más de treinta años compartiremos un confinamiento que le llevará desde las suites, más lujosas a una minúscula buhardilla. Pasará de ser el señor conde a camarada Rostov y de ser un huésped a un trabajador del hotel. Como el conde, el propio Metropol se tendrá que adaptar a la nueva era. Sus salones albergarán reuniones sindicales en lugar de cenas de gala. Pero tanto Aleksander como el Metropol nunca renunciará ni a su exquisitez ni su  refinamiento.

Aleksander Rostov es un personaje excepcional en todos los sentidos. Un hombre extremadamente educado, gran conversador, con una cultura vastísima, un lector de Montaigne y Tolstoi. De hecho tiene un toque los aristócratas creados por los grandes narradores rusos. Pese a su aparente sofisticación, Rostov es un superviviente. Su capacidad de adaptación es sorprendente, acepta tanto el confinamiento como su situación personal. Y lo hace con una dignidad y una entereza sorprendentes, con una altura moral a prueba de cualquier tipo de  mezquindad. Desde su extraño arresto será consciente de la terrible realidad del estalinismo: las purgas, el destierro, la prisión y la muerte de aquellos que se desvían lo más mínimo de la línea trazada por el dictador, como les ocurre a su amigo Mishka o a Niña entre otros personajes. Pese a todo el camarada – conde jamás perderá ni las formas ni el sentido del humor y por supuesto su condición de persona moralmente libre.

 Junto al personaje protagonista encontraremos un variadísimo elenco de secundarios. Todos ellos ayudan a enriquecer la historia. Como Nina Kulikova a quien Rostov conocerá siendo una niña interesada en las princesas y que pasando el tiempo se convertirá en una buena bolchevique hasta que como diría Orwell el sistema la «vaporice» y deje a su hija Sofía de pocos años al cuidado del conde. Esta será educada exquisitamente y hará que la novela tenga un final sorprendente. Otro personaje que me ha parecido muy interesante es Miskha, amigo desde los tiempos de estudiantes de Rostov y que está muy comprometido con el régimen soviético, hasta que cae en desgracia y es deportado. Sirve al autor para mostrar la sinrazón de un sistema capaz de destruir a las personas. Mención especial se merecen los empleados del hotel, en especial el jefe de cocina y el maître os personajes muy peculiares que serán dos de los mayores apoyos con los que cuente Aleksander en su prolongada estancia en el Metropol, la escena que protagonizan los tres con una bullabesa es simplemente genial. Tampoco podía faltar el clásico trepa que asciende a base de lamer las botas a los nuevos amos y partiendo de un empleo de camarero llegará a dirigir el establecimiento.

La novela se lee muy cómodamente, Towles es uno de esos escritores que cuidan los detalles hasta el extremo. Sus descripciones de los restaurantes, de las estancias son muy minuciosas. También se recrea en detallando de un modo casi científico cada uno de los platos que salen de las cocinas del Metropol, su preparación su presentación, cada uno de sus ingredientes o los vinos que mejor los pueden acompañar. Pero aunque sea un minucioso “retratista”, el autor tampoco descuidad los diálogos, siempre ágiles e inteligentes. Una característica que me ha sorprendido muy favorablemente es la evolución de la obra que empieza casi como una novela del cualquiera de los autores rusos del Siglo XIX, para acabar convirtiéndose en una novela de la Guerra Fría que nos recuerda vagamente a Le Carré. Por ponerle alguna pega, me he tenido que esforzar en encontrarla, diría que el final del libro es me ha parecido más atropellado que rápido y la escena final entre Anna Urbanová y Aleksander Ilich Rostov es prescindible.

Un caballero en Moscú, me ha parecido una gran novela muy entretenida, bien ambientada históricamente, que nos muestra una realidad durísima pero sin necesidad de regodearse en el sufrimiento. Una obra culta pero no pedante, muy apropiada para aquellos que os guste la historia, la literatura rusa y por supuesto para gourmets tanto culinarios como literarios. Una muy buena lectura, apuntadla para las vacaciones.

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