Hola a todos, pues parece que continuamos instalados, como dicen Los Secretos, «en este mundo raro que a veces se complica y no tengo claro lo que significa». Vaya tela la que nos está cayendo desde hace dos años. Así que el otro día, se me ocurrió leer un libro de un autor rarito, por no dar la nota discordante. Por tanto, me puse a pensar en mi particular lista de “sospechosos habituales” y finalmente me decidí por: El hombre en el castillo de Philip K. Dick. Cumplía todos los requisitos: un autor más que peculiar, no era muy gordo, menos de 300 páginas –tampoco era cuestión de jugársela- y que además tiene serie.
1962, la II Guerra Mundial ha finalizado, pero no como sabemos todos. La Alemania nazi y el Imperio japonés han derrotado a los aliados y se han repartido el mundo. Este es el punto de partida de la novela de Dick. Que transcurre en los «antiguos» Estados, divididos en tres zonas: la costa Este dominada por los Nazis, la costa Oeste es la de influencia japonesa. Entre ambas subsiste una zona relativamente libre. ¿Cómo será ese nuevo mundo? ¿Quiénes y cómo vivirán allí?
Antes de entrar en faena me gustaría decir que en más de una ocasión he leído que este libro es de ciencia ficción, humildemente discrepo. Es cierto que Philip K. Dick ha escrito varios libros de este género y alguno de ellos excelente como: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?; fue la base de la magnífica y muy generacional película de los primeros 80, Blade Runner. Pero, El hombre en el castillo es: “una reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos” y esa y no otra es la definición que la RAE da al término ucronía. Aunque leído suene bastante pedante, si estáis un poco vivos, la podéis soltar en cualquier charla con amigos sobre series, libros o pelis y quedáis tan ricamente; a las cosas por su nombre. De paso si decidís leer la novela os ahorraréis malentendidos y decepciones.
El arranque de la obra me ha parecido muy interesante y turbador. Esto me ha hecho que desde la primera página estuviese deseando saber lo que pasaría en las siguientes. Rápidamente, el autor nos plantea diversas tramas cada una más interesante que la anterior: una intriga política, otra de novela negra, una más sobre la condición humana y. por últimos, las diversas maneras de afrontar las situaciones adversas, por no decir límites que tienen los personajes. Un auténtico festín para el lector y solo en ¡trescientas páginas! El gran reto que se le plantea al autor, es conseguir que todas converjan en una historia articulada y coherente. Personalmente, creo que no lo llega a conseguir. Parece como si varias autopistas terminasen en una carretera comarcal que no puede soportar tanto tráfico.
Obviamente ante tantas y tan diversas líneas argumentales, requieren un buen número de personajes. El autor crea un elenco de lo más variado y desigual. Nos encontraremos con algunos desconcertantes como Juliana. Aunque no me queda claro si los bandazos que da son característicos del personaje o de su creador. Otros resultan francamente interesantes, como Tagomi, un alto funcionario japonés que se plantea muchas preguntas, que cuestiona la alianza de Japón con los nazis. Un tipo que vence sus miedos, que pasa de ser una persona pusilánime a alguien resuelto a enfrentarse a situaciones complicadas, un personaje de esos que van creciendo conforme avanza la obra. También los hay absolutamente prescindibles, véase el matrimonio Kasoura y en especial Paul, si algo aporta es “ruido” a la narración y distracción al lector. Por cierto, sí sale un hombre en un castillo, pero no he sabido apreciar su importancia en el relato.
Según avanzaba en la lectura se iba apoderando de mí una sensación… rara (parece la palabra del día). Veré si soy capaz de explicarme. Hay veces que leemos libros que aunque nos aburren continuamos hasta llegar al final, es bastante usual. Esta vez, es la primera y única ocasión en la que he sentido que quien se aburría era el autor, eso me ha resultado desconcertante. Hay personajes y situaciones que parece que se han incluido en la obra a la fuerza, pues ya que han venido que pasen, diría aquel. El final, mejor dicho los finales de las historias me dejan desubicado. Más que abiertos me han parecido abruptos, no sabes ni cómo ni porque se cierran en ese momento y no unas páginas antes o unas después.
Este es un libro curioso, desconcertante, original, desigual que en unos momentos se puede hacer un tanto cuesta arriba y en otros necesitamos más. Os aseguro que jamás llega a aburrir. Podría decir que he leído un libro acorde con «este mundo raro». El hombre en el castillo me ha parecido, como dice Roy Batty en Blade Runner, se va perdiendo «como lágrimas en la lluvia».
¡¡¡SEÑOR PUTIN, RETIRE LAS TROPAS YA!!!
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