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Cuando el tiempo no pasa en balde.

Aquí estoy de nuevo, asqueado y preocupado desde que el 24 de febrero un desalmado decidiera dar rienda suelta a sus más infames instintos. Pero bueno, aquí como dijo el clásico, hemos venido de hablar de “mi” libro, es decir del de un señor llamado: Robert Erskine Childers titulado El enigma de las arenas. Según algunos expertos es la primera novela de espías moderna, a saber. Lo  que es indudable es que se publicó en los primeros años del Siglo XX, así que si no es la primera seguro que es la abuela de las de Le Carré,  Graham Greene, Ian Fleming y demás autores de este género.

Carruthers es un joven funcionario del Ministerio de Exteriores Británico que languidece en el verano londinense. Pese a pertenecer a la élite social y cultural del Imperio, no deja de ser un chupatintas. A falta de un mejor plan para pasar sus vacaciones, acepta la invitación de Davies, un antiguo compañero de la Universidad a un crucero por la costa de Frisia para cazar patos. Pero ni el yate será  lujoso, ni la navegación resultará placentera y por si no fuese poco, se convertirá en una aventura y la vida de ambos correrá riesgo.

El libro tiene dos partes claramente diferenciadas. La primera nos narra el viaje a bordo del Dulcibella y la exploración que sus tripulantes realizan de la costa alemana. La segunda, es la trama de espionaje propiamente dicha y en la que Carruthers y Davies se irán involucrando hasta el fondo.

A pesar de que soy un lector más que aficionado a los libros de temas náuticos, ya sean las más  conocidas internacionalmente (Patrick O’Brian o C.S. Forrester) y de la gran serie sobre la Armada española escrita por Luis Delgado Bañón, me he leído bastantes. Pero éste, a pesar de estar familiarizado con muchas palabras de la jerga marinera, se me ha hecho un poco árido. Y es que las páginas dedicadas a la navegación y a las tareas del mar me han parecido demasiadas. El autor describe con mucha precisión y minuciosidad cada maniobra,  cada objeto y cada instrumento del Dulcibella. Personalmente me resulta monótono, así que si no os gustan “las de  barcos» es mejor que no subáis a bordo de El enigma de las arenas.

A pesar de que la historia queda casi anulada durante esta primera parte, cuando el autor la retoma consigue que el lector se reenganche a la novela. Y es que cuando Childers decide dejar de escribir un diario de a bordo y retoma la narrativa de ficción, lo hace muy bien. Consigue mantener al lector muy atento ofreciéndole diversas opciones para deducir que es lo que  realmente están buscando Carruthers & Davies –parece un nombre de una aseguradora de la City-. En esta segunda mitad la obra va cogiendo un ritmo más propio de una novela de espionaje. El final es relativamente sorprendente, aunque dista mucho de ser brillante.

El autor consigue hacer crecer a los personajes durante el trascurso del libro y personalmente me ha parecido interesante. Pese a que Davies y Carruthers no son personajes que desde un principio seduzcan al lector, cada página se van enriqueciendo, Carruthers pasa de ser un frívolo a ser un tipo comprometido con una capacidad de adaptación y un nivel de compromiso y Davies va abandonando su misantropía y sus complejos para llegar a ser un tipo, casi admirable. Creo que eso demuestra que Childers habría llegado a tener buena mano para la creación de personajes si se hubiese dedicado más a los libros que a las actividades que le llevaron, literalmente, ante un pelotón de fusilamiento.

El enigma de las arenas, me ha recordado a aquellas películas que han envejecido con dificultad, que no dejan de ser interesantes pero que no alcanzan la calificación de cásico, como esos hoteles de lujo que a pesar de haberse renovado, que el personal es muy amable, tiene wifi  y un restaurante japonés, pero en el que  siguen teniendo moqueta por todas partes. Y es que según mi leal saber y entender un clásico es algo que siempre es moderno. Dicho esto, es muy de agradecer que Edhasa y Zenda estén recuperando libros de aventuras de los de siempre, como el que nos ocupa o Las cuatro plumas, porque son obras que a no pocos lectores nos metieron el gusanillo de la literatura en el cuerpo. Aunque solo fuera por eso hay que aplaudirles. Y luego, que cada quién decida si lo lee o no.

¡¡¡SEÑOR PUTIN RETIRE LAS TROPAS, YA!!!

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