Hola a todos, como veis no he cerrado el chiringuito por el puente. Después de leer la peculiar biografía de Raúl del Pozo, escrita en 2020 por Jesús Fernández Úbeda y Julio Valdeón, con un titulo no menos peculiar: No le des más whisky a la perrita, decidí leer una novela del autor conquense. En su momento ya os hablé de Noche de tahúres, que me gustó bastante. Así que esta vez me decanté por: No es elegante matar a una mujer descalza. Tuve algún que otro problema para hacerme con ella, ya que la novela se publicó en 1999 y era un poco follón encargarla. Como no me apetecía aventurarme a entrar en alguna de las grandes superficies atestadas de personas que en lugar de ir a comprar van a hacer bulto, decidí utilizar ese bono cultural que tenemos todos los españolitos aunque haga muchos años desde que alcanzáramos la mayoría de edad, vamos que me fui a una biblioteca pública y la tomé a préstamo.
En un edificio de una zona residencial de Madrid aparece, vestido de fiesta, el cadáver de una mujer. El cuerpo está extrañamente bien conservado, lo cierto es que la joven lleva muerta mucho tiempo. Un caso tan extraño como este es para el mejor investigador de la Brigada, pero hay un pequeño problema: ya no está en la policía. JB ahora se busca la vida con los trabajos más extraños, cuando su antiguo jefe acude para convencerle de su vuelta a la brigada esta vestido de alabardero en un restaurante donde los “guiris” beben sangría como posesos y comen el “típico” cochinillo madrileño. Pero cuando JB acepta la oferta se verá envuelto a un viaje hacia un pasado que ya creía superado, un instinto depredador que naufragó en un mar del whisky que le proporcionó su apodo.
He de decir que en general la novela me ha gustado, aunque me ha parecido desigual. El arranque creo que es muy bueno, pero según va avanzando la novela va perdiendo algo de fuerza. La escena final me ha parecido un tanto inverosímil, aunque fantásticamente dialogada. No solo están bien escritas las páginas donde hay diálogos. Los retratos de Madrid ya sean de finales de los setenta o del de los últimos noventas son excepcionales; como en tantas ocasiones, ya sea en sus novelas o en sus columnas nos enseña la noche de una ciudad que muchos de sus habitantes desconocemos o en el mejor de los casos apenas llegamos a intuir. Un Madrid canalla, de golfeo, de timba, de flamenco, de mandanga una noche preñada de pasiones y de excesos. Por último, la novela nos muestra una parte menos conocida o tal vez simplemente infravalorada: la descripción de la vida en la naturaleza en la que gracias a las escapadas de JB al monte, Del Pozo nos describe paisajes agrestes, rio, la pesca, las setas, el furtivismo, el frío que solo se combate ante una chimenea, todo ello de un modo muy hermoso plagado de recuerdos.
El elenco de personajes está formado por lo “mejor de cada casa”. Por las páginas de No es elegante matar a una mujer descalza pasan desde policías franquistas de mano fácil que ascienden ya en democracia por pringarse en la guerra sucia a travestis flamencas como “La Pavana” reconvertidos en telefonistas de turno de noche. Hay anarquistas, como “El Jesucristo”, que dejaron la revolución pendiente y se mudaron a un chalet en Mirasierra. Periodistas pasados de copas y pasados de rosca. Mujeres que sin nada vinieron y sin nada continuaron. ¿Qué decir de un juez tan pintoresco como su alias “el media hostia”? El protagonista, JB, es un chaval de barrio que soñaba con ganar el Tour de Francia, pero que se tuvo que conformar con hacerlo en la Vuelta a Vallecas, un policía decente al que la vida ha hecho demasiadas trampas y que sobrevive en la soledad de su modesto piso de Embajadores y en sus escapadas al monte o a pescar, un buen tipo que fue tan maltratado por una vida a la que él nunca supo querer. No vero que me equivoque demasiado si digo que en cada uno de los personajes hay un poquito de la biografía del autor y que ese es el motivo por el cual se muestra indulgente con la mayoría y comprensivo con todos.
Lo que más me ha gustado de No es elegante matar a una mujer descalza hasido poder ver cómo ha cambiado mi cuidad, mi país en los casi cuarenta años que transcurren entre que alguien asesinara a Dúrsila, que Juan Belalcazar descubrirse al criminal y que yo me encontrase con la novela. Esta lectura ha sido una especie de viaje al pasado sin necesidad de hacer ninguna maleta y en el que ha podido comprobar que muchas cosas que en los noventa apenas recordaba de los últimos años setenta hoy están demasiado presentes en nuestro día a día y muchas otras han cambiado de un modo absoluto o desaparecido para siempre. Si este argumento no os convence, os diré que es una buena novela policiaca bien escrita por alguien que domina el oficio de las palabras.
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