Toc toc ¿se puede? De nuevo después de un verano tan largo y cálido como la película protagonizada por Paul Newman y Joanne Woodward y sobrevivir a una obra que haría empalidecer a la del Monasterio del Escorial. Vuelvo a las andadas y para este reencuentro he escogido una de las novelas que he leído este verano: Libelo de sangre de Sandra Aza.
Estamos en el Madrid del primer cuarto del S.XVII: el de Lope, Góngora o Quevedo, pero también el de las mancebías, los pícaros y el «agua va». Con tan solo trece años Alonso clama Justicia y busca venganza. Sus padres han sido detenidos por la Inquisición acusados de terribles crímenes para realizar rituales a medio camino entre el judaísmo y el satanismo. Alonso, el protagonista, pasará de llevar una vida acomodada, a la picaresca. ¿Cómo sobrevivirá? ¿Conseguirá ayudar a sus padres?
Lo primero que me gustaría resaltar de esta novela es lo arriesgado, por no decir ambicioso, de su publicación. Por qué Libelo de sangre es la opera prima de una autora que ha aparcado el ejercicio de la abogacía para escribir o por emplear palabras de la propia autora «parir» su primera novela, que no es precisamente una novelita corta, si no una señora novela de casi ochocientas páginas. Pero si la audacia de Sandra Aza es grande, no menor es la de Planeta, el primer grupo editorial en lengua española al apostar por una autora debutante. Sinceramente creo que en este caso el aforismo latino Audaces fortuna iuvat, se cumple.
Sandra Aza es: amante del español, madrileña y abogada. Eso se nota y mucho en el libro. Estas tres circunstancias se reflejan de tal manera en la novela que, en mi opinión, son lo más destacado y destacable de ella, ya que .la articulan, la forjan y la dan sentido; de ahí la importancia capital que para mí tienen.
En una novela histórica, Libelo de sangre, lo es, resulta primordial que el autor sea capaz de trasportarnos a la época en que se desarrolla la acción. Sandra Aza además de describir de un modo excelente lugares, personas, costumbres, etc. con una solvencia más que notable, que sin duda ayuda a que el lector se empape del Madrid de Felipe III. Pero la autora, va más allá, consigue trasladarnos directamente a esa época con una herramienta: las palabras. Nos lleva al siglo de oro español con lo más destacado de este: el español. Nunca se ha hablado o escrito mejor nuestro idioma que en los siglos XVI y XVII –probablemente jamás se vuelva a alcanzar ese nivel-. Es posible que ni los mendigos, ni los ladrones, ni los soldados licenciados de los Tercios, ni las monjas hablasen como lo hacen los que aparecen en este libro. Yo no soy filólogo, por tanto poco puedo aportar sobre el particular, pero el habla de los personajes de Aza me resultó tan creíble como el que emplea Valle en Luces de Bohemia o Galdós en Misericordia. Esta obra como las dos de los maestros citados, además de personajes, con mayor o menor importancia tiene un protagonista común: el idioma.
Vamos hora a pararnos un poco en la Sandra Aza “hija del pueblo de Madrid” que cantaban en La verbena de la Paloma. Aquí, en una mezcla de paletería y agradecimiento a mi paisana: ¡Me quito el cráneo!, que dijo el valleinclanesco Don Latino de Híspalis. Y es que la escritora ejerce de madrileña y nos muestra su / mi ciudad como es, ha sido y seguramente será: una mezcla de mugre y esplendor a medio camino entre lo sublime y lo infame, mitad pueblo y mitad gran capital. Esto lo hace con ese cariño que se tiene por lo que se considera propio y además con un minucioso trabajo de documentación, en el que explica el porqué del nombre de cada calle o cada plaza; que edificio hay en 2023 donde había tal fuente o tal convento o de donde vienen los actuales Niños de San Ildefonso que cada año olvidan sacar nuestro número del bombo de Navidad. Una delicia para los que vivimos aquí y para los que nos vienen a conocer o a quedarse con nosotros.
Tiene la palabra la letrada Aza. Parece casi obligatorio que una profesional del Derecho no incluya un juicio en su primera obra y efectivamente en Libelo de sangre lo hay y no uno cualquiera, si no un Proceso Inquisitorial. Con la misma audacia y minuciosidad que caracteriza al libro, Sandra Aza aborda un tema del que muchos hablan y del que pocos saben. Nos muestra el procedimiento con sus archiconocidas sombras: las torturas, la brutalidad, la intolerancia… Pero también muestra sus luces: las garantías, la sistematización del proceso y alguna más, casi siempre desconocidas o al menos ignoradas. Es muy de agradecer que además de explicarlo todo de un modo objetivo, ni se ceba en lo morboso, ni pone paños calientes al asunto y todo sin recurrir al pesadísimo estilo de los leguleyos.
Creo que la presentación en sociedad de Sandra Aza es más que interesante. Ha escrito una gran novela histórica a la vez que un thriller solvente, en el que se deja algún cabo suelto. Viendo la meticulosidad de la autora puede ser el inicio de una serie más que un error de principiante. Por poner algún pero diré que puede ahondar más en el alma de sus personajes, no dudo que en sus siguientes libros, que no serán pocos, lo hará. Libelo de sangre es un inicio muy prometedor, de esos que hacen que el lector espere con ganas el siguiente libro de un autor. Así que apuntad este nombre: Sandra Aza que seguro que vais a oír muchas veces y por muchos años.
SEÑOR PUTIN, NO ME OLVIDO DE VD, PERO ESTA VEZ EN VEZ DE DECIRLE LO QUE PIENSO DE USTED RECOMIENDO UNA LECTURA: EL LIBRO NEGRO DE VLADIMIR PUTIN. Le confieso que después de leerlo no ha mejorado en nada mi opinión sobre usted.
Ah, se me olvidaba la canción, era inevitable: La hoguera de Javier Krahe. Que viene al pelo.
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