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“Decíamos ayer…”*

Hace unas semanas, que ya parecen meses si no años, una persona a la que tengo mucho aprecio, me preguntó porque no comentaba cásicos en el blog. En concreto me sugería El buscón de Francisco de Quevedo. Yo como siempre argumentaba que poco tenía que aportar a libros que han sido objeto de estudio por grandes eruditos sin ir más lejos Fernando Lázaro Carreter o Américo Castro. Y en eso quedó la cosa, aunque me “quedé con la copla”… Esta semana celebramos el día del libro. En él se entrega el Premio Cervantes y lo clásico es leer El Quijote. Como la obra de Don Miguel es un poco larga, me he decidido a comentar con vosotros las andanzas de Pablos un pícaro tan peculiar como su creador.

El argumento de esta novela es conocido por todo. Pero si alguien no sabe “de qué va”, la mejor sinopsis es el propio título de la obra: “La vida del Buscón (o Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños). Esto disipa cualquier tipo de duda sobre la trama de la obra. Acompañaremos a Pablos desde que es un niño que vive en su Segovia natal, hijo de un barbero ladrón y de una medio bruja, hasta que es un adulto que está en Sevilla buscándose las mañas para pasar a América. Entre ambas circunstancias asistiremos toda clase de desventuras, mangancias, engaños, palizas, hambres y puñaladas.

Como he dicho, no creo que pueda hacer una reseña de un libro imprescindible en la literatura española, así que lo que voy a intentar es reflexionar sobre la España que retrata Quevedo y la España de hoy. Después de leída la obra y esta es la tercera vez que la leo, mi opinión ha ido cambiando. La primera, como casi todos la leí en el colegio y me reí mucho. La segunda lectura, tendría yo unos treinta años y la risa se convirtió en una media sonrisa. La última fué  esta semana y esa sonrisa ha dejado paso casi a las lágrimas. No sé si porque soy más viejo o más sensible, pero se me ha hecho muy dura esta relectura.

El buscón es un libro áspero de leer hoy. En primer lugar por el lenguaje que se emplea, demasiado culto y con infinidad de palabras que al lector actual le dificultan la comprensión del texto. Por ello es recomendable leerlo en una edición anotada, esas que utilizábamos cuando éramos escolares, la de Cátedra, la de Editorial Alianza o la de Casals, por citar alguna, hay cientos. Si en la forma nos puede costar un poco entrar en la obra, ¿Qué decir del fondo? Es una novela en que no veremos nada ni nadie decente. Todos y cada uno de los personajes y situaciones que Quevedo nos muestra son sórdidos, maliciosos o deplorables, esto a mí me ha dado mucho que pensar. Lo que en una primera lectura me parecieron bromas, en la segunda me parecieron burlas, en esta tercera me han parecido humillaciones. Aquellos que en mi juventud me parecieron supervivientes, luego me parecieron unos aprovechados hoy me parecen gentuza.

Es cierto que en cada uno de los personajes que con maestría y mordacidad nos retrata Quevedo está el reflejo de una categoría  de un tipo de individuo concreto. Pablos, su tío el verdugo, el DomineCabra, cualquiera son gente que trata de vivir a consta del otro, sin importarles lo que tengan que hacer y a quien tengan que humillar, estafar, golpear o robar para medrar en la vida. Esto, por desgracia, está de plena actualidad en nuestro mundo, me explicaré.

El mundo que nos muestra Quevedo a través de las andanzas de Pablos, es el del propio autor. Retrata una sociedad, la de los llamados Austrias menores, en crisis absoluta. Económicamente se desangra por las infinitas guerras que durante los reinados de Felipe III y Felipe IV se libran, esta se verá agravada porque la nobleza considera indigno el trabajo, los escasos burgueses ansían un titulo y el pueblo llano subsiste pagando un elevado tributo tanto, económico como de sangre. Una segunda crisis es la política, en la que los validos, sobre todos el Duque de Lerma y el Conde Duque de Olivares, son más poderosos que el propio monarca, esto hace que la corrupción sea infinita: se venderán cargos políticos y religiosos. Y hasta por dinero se trasladará la capital del reino. Por último y especialmente importante en la novela: la   de una sociedad. Y esta la retrata, Quevedo de un modo tan brillante como hiriente. Una sociedad instalada en el “sálvese quien pueda” y en el”ande yo caliente…” Una sociedad carroñera con el prójimo en  la que lo único que impera es la voluntad y el interés particular de cada quien, en la que todo se copra y se vende ya sea la espada de un soldado, la virginidad de una niña o la pluma de un escritor. ¿No os recuerda esto a algo?, a mí sí.

Definitivamente os recomiendo la lectura y en muchos caso la relectura del El buscón. No porque sea una novela entretenida, ni por qué se maneje el idioma como solo los grandes de nuestro siglo de oro fueron capaces, tampoco os la recomiendo por la crítica que Quevedo haga de su tiempo ni por la magistral y sarcástica manera en que se nos define a los personajes. Simplemente creo que debemos leerla por la variedad y la precisión del léxico. Nunca se ha escrito, ni creo que se vuelva a escribir en español con tanta riqueza, crueldad  ni con tanta pefección.

* Fray Luis de León.

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