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Disfrutar de lo bien hecho.

Esta semana vamos a darnos un caprichito, después de tanta decapitación y tanto sobresalto nos vendrá bien un poco de sosiego y de calma. Para esto no hay nada mejor que acudir a los grandes clásicos de la literatura: El retrato de una dama de Henry James. Bueno, para ser más exacto, de una “continuación” de ésta, que uno de los grandes escritores, vivos, en lengua inglesa: John Banville  nos ha regalado casi ciento cuarenta años después de que se publicara la “primera parte”. Ladies and Gentlemen, pónganse en pie para recibir a La señora Osmond.

Antes de empezar esta reseña para ser más sincero, esto va a ser una especie de “reclinatorio escrito”, me gustaría haceros algunas acotaciones sobre La señora Osmond. Veamos: no es estrictamente necesario haber leído la obra de Henry James para entender la de Banville, aunque sí muy recomendable. Pero claro está que las 832 páginas igual nos echan para atrás, si disponéis de tiempo, genial, si no ahí están los “ciber atajos”, allá cada quien… Segunda, no es un libro para leer en el transporte público o robando unos minutillos de aquí y de allá, requiere tiempo y tranquilidad. Por último, estamos ante una novela que aunque se publicó en 2019, sigue los ritmos, el léxico y los cánones de una obra de finales del Siglo XIX. Así que tomémonos nuestro tiempo y saboreemos su cadencia, sus palabras algunas ya en desuso, su pausa y su majestuoso estilo.

Por hacer un resumen de brocha gorda, podríamos decir que de rodillo, la novela de James nos cuenta la historia de Isabel Archer, una joven estadounidense que al quedar huérfana se traslada al Londres de principios de la década de los ochenta del S. XIX. Allí recibirá una gran herencia de un familiar, lo cual la convertirá en la gran atracción de la alta sociedad británica. Su independencia económica,  la hará soñar con viajar, para sentir lo que quiere en lugar de lo que debe, en definitiva, para ser libre. Todo esto se trunca con una nefasta elección, la de Gilbert Osmond como marido

Vamos con la obra de Banville. Cuando su marido la traiciona, Isabel deberá plantearse nuevamente su futuro. Ante ella surgirá un terrible dilema: aceptar las rígidas normas de la sociedad de la época pensando en el que dirán o hacerlas saltar por los aires y pensar en ella misma. Isabel llegará a Londres desde Roma con la excusa de visitar a una persona muy querida para ella que  está gravemente enferma. Esto la servirá para alejarse de su marido y también para reencontrarse con una ciudad y unas amistades que un día la vieron ser feliz. La vida aún la dará grandes sorpresas a, ella las afrontará con una gran entereza y no pocas zozobras. Todo esto la conducirá a librar la gran batalla contra su marido. En ella, solo cabe un resultado para Isabel: conquistará su libertad, o seguirá siendo la señora de Gilbert Osmond.

Ahora viene cuando hablo sobre los personajes y todo eso ¿verdad?, pero hoy no va a ser así, ya que solo hay un personaje principal: LA MUJER. Podría hablar del papel que tienen las mujeres en esta, mejor dicho en estas  novelas. Cabría perorar sobre si James o Banville escribieron sus obras pensando en un público femenino o no. Si son más acertados los pensamientos de Simone de Beauvoir o los de Oriana Fallaci, en lo que se refiere a igualdad . Incluso divagar sobre las diferencias de las ideas de Doña Emilia Pardo Bazán con las del actual feminismo identitario. Pero ni yo soy quien, ni tengo la formación suficiente ni tampoco este es el foro idóneo. Allá cada cual con nuestra educación, formación y creencias. Digo todo esto porque entrar en este debate tan polarizado y tan manoseado empequeñece lo que aquí es primordial: ESTAMOS ANTE DOS OBRAS DE ARTE.

Para terminar este post tan aparentemente disperso y seguramente desordenado, me gustaría haceros una pregunta: ¿Creéis que algún autor actual en castellano tendría el valor y la calidad suficientes para escribir una «continuación» de La regenta de Leopoldo Alas Clarín? Que es contemporánea a la novela de James, sus protagonistas: Isabel Archer y Ana Ozores son muy distintas pero a la vez coinciden en su afán de libertad. Una de cuello para arriba y la otra de cuello para abajo, pero ambas conscientes de su femineidad y de su anhelo de independencia y hacen lo posible por conquistarla. Pues eso es nada más y nada menos, lo que ha hecho el escritor irlandés con El retrato de una dama. Sin quitarle un ápice de la modernidad que tiene los clásico, respetando los tempos y rindiendo en cada línea un tributo a uno de los grandes. E n cada palabra se refleja la admiración.

Volviendo a mi ficción sobre la segunda parte de  La regenta, creo que el autor idóneo para continuarla sería Mario Vargas Llosa, por su magia en el manejo del castellano y por qué Ana Ozores  no deja de ser un “retrato” de su «niña mala».De todas formas: se admiten cadidaturas…

P.S. Todas las novelas que aquí se han mencionado son muy apreciables y en mi humilde opinión escritas por genios de la literatura.

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