El libro de esta semana es: Jardín de invierno de Kristin Hannah. Se publicó en España en 2017 y se ha reeditado a principios de 2019. Se trata de una obra de una autora estadounidense de “bestsellers” de la que nunca he leído nada. Esta fue la principal razón por la que me aventuré en su lectura. Además si esta señora publica y vende infinidad de libros, habrá que darle una oportunidad a lo desconocido.
Meredith y Nina Whitson son dos hermanas norte americanas, hijas de Evan y Anya. Ambas rondan los cuarenta y que apenad tienen nada en común, salvo un amor ilimitado hacia su padre y una gélida relación con su madre. Anya una rusa que fue prisionera de los alemanes desde 1941. Conoce a Evan cuando las tropas aliadas liberan el campo en el que está internada. El es uno de esos miles de “Joe´s” que luchan en Europa para acabar con la opresión nazi. Ambos se casarán y emprenderán una nueva vida en los Estados Unidos. Allí compartirán su historia de amor y guardarán el terrible secreto que ella arrastra desde su Leningrado natal.
La obra se desarrolla en dos escenarios espacio temporales distintos. Por un lado el Leningrado cercado por los alemanes en 1941. El otro, los Estados Unidos de principios del siglo XXI. Esto a mi me ha gustado ya que la figura de Anya es protagonista en ambas épocas y parece que puede dar lugar a sorpresas y las da. Pero el cuento que la madre narra a las hijas se hace eterno y no solo porque su narración queda interrumpida durante casi treinta años. Hasta que la autora decide que deje de ser un cuento de príncipes y campesinas para convertirse en la historia real de Anya, cosa que se va haciendo bastante obvia, pasan páginas y más páginas. Esto, al menos a mí, me ha hecho estar cerca del abandono en varias ocasiones. El ritmo excesivamente lento y reiterativo, las numerosas discusiones de las hermanas hace que la historia de la madre pierda potencia, y eso que es una “señora” historia.
Casi media novela se pierde en anécdotas, recuerdos triviales, discusiones y asuntos más o menos cotidianos, que no añaden prácticamente nada. Nina y Meredith solo aportan “ruido” a la trama principal. La una híper responsable, con un matrimonio que se empieza a resquebrajar y la otra con su vida bohemia plagada de viajes e incapaz de asentarse. Creo que estos dos personajes tan planos como arquetípicos, solo oscurecen a Anya. Ella a falta de una vida que contar tiene dos, a cual más intensa, vamos, como las “niñas”. La autora da la misma importancia a un problema en la explotación agrícola familiar o a la dificultad para conectar con un teléfono satélite desde un desierto africano., que a la desaparición del padre de Anya en el gran terror estalinista o como rehace su vida junto a Evan.
“Jardín de invierno” podría haber sido una gran novela sobre la historia de miles de mujeres y hombres que tras los infinitos sufrimientos que les causó la Segunda Guerra Mundial, tuvieron que salir adelante. Y lo hicieron sin poder permitirse el lujo de mirar atrás, pero también sin renunciar a las vidas que tenían antes de la contienda. No sé si por culpa de la autora, de su público o del negocio editorial –que lo es y me parece magnífico que lo sea-. Pero se ha quedado en una novela de tantas, eso sí, se aprende bastante de cocina rusa. Creo que esta misma historia enfocada de una manera distinta habría vendido mucho ejemplares, pero yo no soy edito ni autor. En definitiva este es un “bestseller” con todo lo bueno y lo malo que ello implica.
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