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El PH no siempre es neutro.

Hace unas semanas escuché en la radio que se había concedido el Premio Princesa de Asturias de las letras a Fred Vargas. Rápidamente y como “la ignorancia es muy osada”, que nos decía Ángel el profesor de lengua en COU, pensé que el tal Vargas debía de ser un narcotraficante del cártel de Sinaloa metido a escritor o similar. Así que me puse a buscar información sobre el amigo Fred y resultó que ni señor ni mexicano. Que es una señora francesa– Frédérique Audoin-Rouzeau- y por las fotos que vi muy francesa, pelo a lo garçon incluido. Así que decidí desasnarme y leer algo de la nueva premiada.

 

M puse a ello con: Que se levanten los muertos. La novela tiene unos años ¡hasta pagan el francos!, es el libro que abre su “serie” de los “evangelistas”. Es una novela policiaca en la que desaparece una madura soprano griega, Sophia Simeonidis, ya retirada que vive en París. Los “evangelistas” que son sus vecinos se dedicarán a buscarla con la ayuda de un ex policía  expulsado por corrupción y que es el tío y padrino de uno de ellos.

 

Es un libro entretenido escrito con un lenguaje coloquial y con buen ritmo. Es la historia de una venganza que como casi siempre se sirve fría, después de años de rencor y de incapacidad de asumir la propia mediocridad, de la tenacidad en la venganza, de poner a todo y a todos al servicio de una causa: la revancha que pensamos que es justa y por la cual se castiga al causante de un mal que consideramos injusto padecer.

 

Quizá lo más interesante es la descripción de personajes. Los tres protagonistas, como la autora son historiadores. Los “evangelistas” son tres tipos que viven con el agua al cuello que comparten un caserón medio en ruinas que van rehabilitando a cambio de un alquiler barato. Un lugar que puede llegar a ser un lujo tres plantas con buhardilla y relativamente cerca del centro de París –vaya chollo-. Marc, Lucien y Mathias son tres licenciados en historia. Forman parte del hoy  muy común precariado universitario que abunda en las grandes ciudades. Gente con titulación y preparación con pocas o nulas posibilidades para poder trabajar en lo que han estudiado.

 

Como he dicho los tres son historiadores por vocación y de convicción, no en vano hasta ordenan la casa que ocupan en orden cronológico además la autora caracteriza a cada uno de los treintañeros con las características de la época a la que se dedican a estudiar.

 

El primer piso lo ocupa Mathias Delamarre/ San Matías, un especialista en prehistoria. Un cazador recolector como le presenta la autora, un tipo tranquilo, poco amigo de la elegancia o mejor dicho de vestirse. Un hombre granítico con más habilidades de las que en principio le supondríamos. Subiendo unos cuantos escalones están los dominios de San Marcos por mejor nombre Marc Vandoosler, un medievalista, con las manos pobladas de anillos. Un hombre de luces y sombreas como la Edad Media que es su campo. Es el líder, el que reúne a los oreos inquilinos y el más analítico de todos. En el tercer piso del destartalado caserón vive el estudioso de la Gran Guerra: Lucien Devernois “alias” San Lucas. Siempre encorbatado  y que utiliza continuamente términos  militares.

 

¿Y hay en la buhardilla, trastos viejos?, algo así. Ni más ni menos que Armand Vandoosler, el tío y padrino de Marc. Un viejo policía expulsado por ayudar a escapar a un detenido. Un “poli” de la vieja escuela, intuitivo, a veces fullero y siempre inteligente y constante en sus pesquisas.

 

Una buena novela de intriga policiaca, en la que muchos personajes no parecen lo que son y otros son lo que parece. Se lee muy bien y no es demasiado tramposa a la hora de resolver el enigma de la desaparición de Sophie. A mí me ha gustado y me parece que esta autora puede acompañarnos este verano. Enhorabuena a la premiada y gracias al jurado por descubrírmela.

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