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Era de noche y sin embargo llovía…

Hola a todos, esta semana «debuta» en el blog Mario Conde. ¡Haya paz!, no se trata del tipo engominado que en los años noventa armó la mundial en la banca española. Este es bastante más formal y nació hace tres  décadas de la imaginación del escritor habanero Leonardo Padura. Esta semana me gustaría hablaros de: Herejes, publicada por Tusquets en 2013.

Una madrugada de un sábado de mayo de 1939, el judío polaco Joseph Kamisky despierta a su sobrino Daniel. No sólo tienen que celebrar el Sábat, si no la llegada al puerto de La Habana del Saint Louis. El barco procedente de Hamburgo que entre el casi millar de refugiados judíos trae a los padres y la hermana de Daniel. En su equipaje traen un retrato atribuido a Rembrandt que lleva en la familia tres siglos. Los Kamisky jamás desembarcaron, pero  ¿lo hizo la tela? Setenta años después Elías el hijo de aquel niño pedirá ayuda al bueno de Conde para aclarar esa y otras dudas sobre el cuadro y sus antepasados.

Si el autor hubiese hecho de esta historia la única trama  de su novela,  el libro sería redondo. Tendría todos los ingredientes para atrapar a los lectores y de hecho en las primeras doscientas páginas lo hace. Es un enfoque original del expolio de obras de arte de los judíos que huyen del nazismo. Se desarrolla encuba, desde los últimos años treinta del S.XX hasta la primera década del actual, o sea que nos narra la Cuba pre Batista a la post Fidel pasando, como no por la Revolución. Además se pueden añadir interesantísimos insertos del Ámsterdam del S.XVII con la presencia de uno de los grandes Maestros de la pintura de todos los tiempos y las dificultades de todo tipo que afronta un joven judío para llegar a ser un artista reconocido. Para finalizar, hay algunos personajes magníficos, como Conde un ex policía metido a buscavidas y trapisondista, que es el reflejo de La Habana: desvencijada, pero orgullosa de los viejos buenos tiempos. Qué decir de  Joseph Kamisnky, que tras años de emigración en el Caribe se convertirá en Pepe Carteras, aunque en el fondo de su alma siempre quede algo de aquel judío que vino de Cracovia. O  su sobrino Daniel, doblemente exiliado en los treinta huyendo de los nazis y en los cincuenta de los comunistas. Y el “Conejo”, Tamara, el “Flaco” Carlos y tantos otros personajes unos con más importancia, otros con menos, pero todos personalidades riquísimas en matices.

Mis reparos o mi decepción parcial sobre Herejes, lo explica la frase que da título a este post y que por supuesto no es de cosecha propia –se le atribuye al periodista gallego del S.XIX, Antonio Neira de Mosquera-.  Suena bien, pero realmente no dice mucho. Y es que Leonardo Padura se pierde en una serie de reflexiones filosóficas, religiosas y morales en la segunda y tercera parte de la novela, que al menos en mi opinión ensombrecen la historia de los primeros Kaminsky “cubanos”. La segunda parte “El libro de Elías” se desarrolla en Ámsterdam a mediados del S.XVII, cuando se pinta el cuadro que sirve de hilo conductor a la obra. Pese a que nos aporta detalles que muchos lectores no conocemos sobre el ambiente artístico, la vida y la fe de los judíos en aquella época, con el paso de las páginas se va tornando en una suerte de ensayo, cada vez más técnico, más erudito en el que da la impresión que al autor le importa más lucir su trabajo de investigación que entretener al lector de una novela de intriga, que hasta donde alcanza mi criterio era lo que yo había comprado.

La tercera parte “El Libro de Judith” nos sitúa en La Habana de 2008. Afortunadamente reaparece Mario Conde y se ve envuelto en una investigación de la desaparición de una joven, relacionada con el dichoso lienzo. La adolescente perteneciente a una tribu urbana: los emo, una suerte de deprimidos vocacionales que reivindican la comprensión de una sociedad a la que ellos no tratan de entender, o algo así. Y es que el que ha dejado de atender soy yo. Por momentos vino a mi cabeza la famosa frase de Rhett Butler al final de Lo que el viento se llevó: “Francamente querida…”

Sinceramente, me ha interesado mucho el personaje de Mario Conde y me apetece leer más de él y no me ha interesado lo más mínimo ni las disquisiciones sobre la idiosincrasia del pueblo hebreo, para algo están los libros de Amos Oz, Joseph Roth o ya metidos en honduras Hannah Arendt. Del genio de Leiden mejor no os remito a otra cosa que sus cuadros, bastante menos numerosos que la bibliografía que se ocupa de él. Personalmente, soy de la opinión de que cada historia tiene su libro y hay un libro para cada historia. ¿No sé si vosotros también?

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