Bueno, pues ya estoy aquí, después de una semana de asueto, o sea de ver mucho deporte en la tele y de tomarse alguna que otra cervecita, claro está que esto solo para hidratarme, o a lo mejor no… Esta semana os reseñare un libro con sabor a vieja escuela, como su autor, su inspirador y este que os habla. Así que nos vamos a dar un paseo por Finisterre de la mano de Luis Herrero y de paso leeremos su cuarta novela: Donde la tierra se acaba.
David McFarlan o, es un autor de éxito, galardonado con el Pulitzer. ¿Que lleva a un maduro y atractivo escritor norte americano que enseña en una de las mejores universidades del mundo a tirar su carrera literaria y docente por la borda? ¿A esconderse en una pequeña aldea gallega? La razón tiene nombre de mujer: Cynthia. Los porqués los iremos conociendo según avancemos en la lectura de Donde la tierra se acaba.
Antes de entrar en harina me gustaría hacer un breve apunte sobre el origen del libro, a mí me parece tributario de un programa de radio: Cowboys de medianoche. Es una tertulia de sesentones o quizá con algún trienio más, que en teoría trata de cine, pero que casi siempre deriva en otra cosa. Unas veces terminan charlando de futbol, otras de política, a veces de música y muchas de libros. Una conversación amena de unos señores muy leído y muy viajados, algunas Veces diletantes, otras con sus citas en latín, Apasionados amantes del cine clásico, pero sobre todo, un programa emocionantes por mostrarnos libros, “pelis”, personajes y personas que desconocíamos. Pues bien, mucho de eso está en Donde la tierra se acaba. Desde las referencias a la mitología greco latina, pasando por la música de Louis Armstrong y acabando con la historia de “amor interruprus” entre Ilsa Lund y Rick Blaine. Vamos, que para un lector en “blanco y negro” como el que suscribe, es tremendamente atractiva.
La trama principal me parece muy interesante; McFarlan un tipo osco que pese a su éxito trata de esconderse de este y de sí mismo en un lugar recóndito y a veces tan áspero como él. Me recuerda, vagamente, a la vida de J. D. Salinger, pero hay una “iqueña” diferencia entre ambos: no es lo mismo acostarse con las alumnas que desembarcar en Normandía, ¿Verdad Mr. McFarlan?, usted trata de huir de una vida que solo usted ha creado, mientras que el autor Del guardián entre el centeno, se refugió de un pasado al que se vio abocado. Esta es la columna vertebral de la narración. Pero en la novela hay varias ramificaciones. , Algunas la oscurecen y otras la enriquecen. Tal vez el autor ha sido demasiado ambicioso. Y es que algunas veces más es menos y otras, bono en este caso, ocurre todo lo contrario. También me parece que hay demasiados saltos atrás y adelante en el tiempo y que nos pueden despistarnos. Hay varias tramas secundarais en las que se profundiza demasiado sin que aporten mucho al argumento principal.
Personajes ha y muchos y casi todos muy sólidos. El protagonista: McFarlan y su compadre Brais, son dos tipos con menos claridad que oscuridad, a los que el autor trata de redimir y que a mí me parece que el autor hace un esfuerzo vano. ¿Es posible salvar a quien no pretende salvarse? Hablando de salvación o redención merece la pena destacar al Abad Ismael, un fraile heterodoxo y polifacético que en mi opinión es una especie de alter ego del propio Herrero, sin duda un secundario de lujo.
En cuanto a los personajes femeninos, que son de gran relevancia, me ha llamado mucho la atención las diferencias entre las norteamericanas y las gallegas. Aquellas: Alice, Cynthia y Rebeca, son mujeres más duras que fuertes, parecen salidas de las páginas de una novela de una novela de Chandler de un fotograma de Perdición. Son mujeres determinadas, enamoradas, pero más duras que fuertes, dudan a la hora cumplir los objetivos que se marcan. Por contra Erea y Teresa son mujeres graníticas, reales. Con ese estoicismo que solo tienen aquellos que saben, que nadie es totalmente dueño de su propio destino. Dos supervivientes, que se aferran al amor, ya sea a uno que jamás volverá o a aquel que a menudo parece estar a punto de escaparse. Ni Teresa ni Erea son madres, pero no me ha costado mucho imaginarla en ese papel, quizá por su practicidad o por la generosidad con la que se entregan a la vida, sea la suya o la de quienes les rodean. Pienso que serían excelentes madres o quizá matriarcas…
Par terminar me gustaría resaltar la cuidada ambientación que contribuye a que la novela sea más que verosímil paisajes, calles y gentes que contribuyan a que nos sintamos en ese fin del mundo tan gallego al que nos trasladan las descripciones del autor y algunos personajes que como el Doctor Varela, Sargento Caballero e incluso Dickens, el perro de David McFarlan don tan Galicia como la lluvia o el mar.
Así que os recomiendo, Donde la tierra se acaba una novela de amor, de culpa de perdón, de justicia y de pasión. Salvo por el exceso de citas literarias, a veces demasiadas y de los flashback, que personalmente aborrezco, me ha parecido muy interesante.
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