Antes de empezar pediros disculpas por “saltarme” una semana. Es que entre el futbol, la gripe y el VI Naciones, no doy abasto. Una semana más vuelvo a la carga.
¿Podemos imaginar a una embarazada de ocho meses como una asesina?, mucha gente no, pero Roberto Osa en Morderás el polvo, si. En una novela corta, algo más de ciento cincuenta páginas, conoceremos a Águeda, su turbulenta vida pasada, su sórdido presente y su oscuro futuro. Un libro tremendo a medio camino entre las tragedias griegas y las películas de los hermanos Cohen, tela…
Esta obra arranca con una frase brutal: “Mataré a mi padre este mismo fin de semana”. Estas ocho palabras resumen la novela de Roberto Osa. Es salvaje, descarnada, sucia y sin ninguna concesión a la ternura. Todo es horrible y siempre es susceptible de ir a peor. No hay una mirada amable, no hay compasión, la ternura o la humanidad le son ajenas. Nunca leeremos palabras como “gracias” ni tampoco “por favor”. Si leeremos “tuerta”, “sudaca”, “moro” o “basura”. No encontramos en una especie de canto a la fealdad, a las cajas de cartón –mobiliario preferido por Águeda. Todo es gris, fétido. Desagradable. El amor aquí es el extranjero.
Águeda Pacheco trabaja en el turno de noche del teléfono de atención al ciudadano –algo así cono el 010-. Espera una hija de su compañero del turno de noche, Tariq, un opositor amante de las culturas clásicas. Subsiste en un Madrid sucio, plagado de basura, descampados y de miseria, casi apocalíptico, casi tan degradado como el real. Pero realmente la miseria está dentro de ella. Una indigencia formal, material y sobre todo moral la envuelven. Algo la corroe por dentro desde la muerte de su madre o desde que perdió su ojo izquierdo. Es incapaz de superar su discapacidad, de pensar en el bebé que va a traer al mundo. Águeda está poseída por el rencor, quizá simplemente por el Mal.
Si el Madrid de la novela es deprimente, Pedregal, el pueblo natal de Águeda y en el que “explotará” un drama digno de la España más negra, no lo es menos. Un pueblo manchego, más cerca de los principios del siglo XX que del XXI. Lleno de polvo, terrones y gentes desasosegante y de mirada torva. De entre ellos destaca el padre de Águeda, Cayo,”el Morueco”. Un personaje tan brutal y violento como su hija. Borracho y putañero que hace lo que le viene en gana y cuando le parece, ante el temor de sus vecinos y de la mujer con la que simula rehacer su vida.
Un libro salvaje que te atrapa desde el principio. Que se puede leer como simple entrenamiento, pero que nos hará reflexionar, al menos a mí, sobre la condición humana. Que además de la violencia nos habla de soledad, la traición, la incomunicación o la traición. Roberto Osa caricaturiza rayando la esperpentización para poner ante los ojos del lector lo que no quiere ver en su día a día.
Me parece que es una buena lectura; que se alega de aleja del almíbar rampante que impregna la mayoría de literatura, el cine, las series actuales. Esto amigos, es Puerto Hurraco 3.0. Pese a este mundo que nos venden como el país de nunca jamás de Wendy y Peter Pan. Lo siento,
pero así es el mundo.
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