El post de esta semana tenía que ser sobre una novela importante de un autor también importante. Ya estaba casi acabado, me faltaba darle unos retoques, corregirlo y así poder “subirlo”. Pero sobre las tres de la tarde se me han quitado las ganas. No quería, no podía escribir, se ha apoderado de mí una terrible sensación de desamparo. Pero ya más tranquilo, me gustaría compartir como me siento. Hoy hablaré de una ciudad, la mía: MADRID.
Hoy he sido uno de esos españoles que ha tenido que ir a trabajar, sinceramente no sé porqué, no trabajo en un sector estratégico ni nada por el estilo, pero donde hay patrón, no manda marinero… Salgo bastante pronto de casa y con esto del coronavirus ahora voy en autobús, en vez de en metro, eso es lo que pasa cuando no se tiene carnet de conducir. Cojo uno al lado de casa que me deja en el final de la Gran Vía y allí tomo otro y me bajo donde la foto, en la Puerta de Alcalá. Un trayecto de poco más de media hora que a esas horas permite ver como se despierta la ciudad. Mientras viajas puedes ver algunos de los edificios mas emblemáticos de la ciudad: el edificio Capítol, el Metrópoli el Museo Chicote o el enorme y característico de la Telefónica -algo bueno tiene lo de trabajar en el centro-.
El día ha transcurrido lento, tedioso, interminable. Los “cuatro gatos” que estábamos allí con una mezcla de sensación de irrealidad, cada uno a lo suyo, con un aire ausente, parecía incluso como si nos moviéramos a cámara lenta. Después de mirar infinitas veces el reloj y de lavarnos las manos de un modo compulsivo durante toda la jornada, llegaron las dos y media. Adioses a media voz y cada uno a regresar a su casa. Camine un par de minutos hasta el Museo Arqueo lógico y allí coger uno de los dos autobuses que van hasta la Plaza de la independencia, bajar a Cibeles y desde allí la Gran Vía entera.
El bus era como la segunda parte del trabajo, solo iban el conductor, una chica joven y los tres que hemos subido en mi misma parada. Más de lo mismo, buenas tardes apenas susurrados, guantes, mascarillas y ese ambiente a medio camino entre lo absurdo y lo irreal. Mirando la aplicación de la EMT en el móvil vi que iba a tener suerte y si me bajaba en la parada que está en torno al número 50 de esa especie de Quinta Avenida en versión castiza,en cinco minutos vendría el autobús que me deja en casa, así que me bajé en la parada, concretamente en la 168.
Allí, el mismo panorama, ni un solo viajero en una parada en la que “solo” pasan ¡10 líneas de autobús! Una chica aprieta el paso y desaparece en la esquina de San Bernardo. Un taxi libre. Pasa el 44, ese no me vale. Una moto. Un par de coches particulares. El 147, este tampoco es el mío. Se cierra el semáforo para que pasen los peatones pero no cruza ninguno. Levanto la vista y miro a la tienda oficial del “Atleti” de la acera de enfrente, que como todas está cerrada y nadie ante el escaparate. Miro hacia Callao, nadie sube. Miro hacia la Plaza de España tampoco baja nadie. Y de pronto ocurre: oigo el silencio, me siento absurdo, solo, un poco vagando en la nada. Por fin el mío. NO TENGO MIEDO, solo, vacio. Acude a mi cabeza el famoso cuadro de Edvard Munch, “El grito”, pero aquí ni tan siquiera aparecen las inquietantes figuras que el noruego pintó detrás del personaje central.
Hoy Madrid recuerda al de los días siguientes a aquel 11 de marzo de 2004, esos que aún muerden el corazón de todos los madrileños y de muchos españoles. Hoy el silencio es estruendoso. Si algo no es mi ciudad, es silenciosa. Si las ciudades pueden llorar, supongo que la manera en que Madrid llora es callándose. Sin cláxones, sin voces, sin risas, sin nada. Pero como hace dieciséis años sabremos honrar a nuestros muertos, agradece a nuestros héroes de uniforme. Los de blanco y verde que trabajan en los hospitales. Los de azul que velan por nuestra seguridad. Los de azul clarito que conducen autobuses o los metros. Y los de los polos de diverso colores que trabajan en los supermercados. No tengo miedo, con esas personas de mi lado no lo puedo tener.
Antes de que nos demos cuenta Madrid volverá a ser esa ciudad en la que el ruido forma parte del paisaje urbano.Así que ya sabemos: prudencia, Fe, paciencia, disciplina y mucho animo. Cuidaros y cuidar a los vuestros. Y como dice ese carabanchelero de pro llamado Rosendo: ´PALANTE SEÑORES.
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