A merced de un dios salvaje de Andrés Pascual. Un “thriller” muy intenso que se desarrolla entre cepas y bodegas. En las pequeñas ciudades y pueblos de la Rioja Alta. Con sus gentes trabajadoras, volcadas en la tradición vinícola y sus costumbres ancestrales. Un lugar idílico, apacible y tranquilo. ¿O no tanto?
Hugo Betancor, un joven viudo y su pequeño hijo Raúl se trasladan a un pueblecito riojano: San Vicente de la Sonsierra, del que era Vega, su esposa. Van a recibir la herencia de la familia materna que corresponde al chaval. En principio iba a ser una estancia corta, lo justo para arreglar el papeleo de la testamentaría y volver a su casa en Lanzarote lo antes posible. Pero una serie de sucesos complicaran sus planes.
El libro no es únicamente un “thriller”. Toca bastantes géneros, desde la novela negra al drama. Pero sobretodo nos cuenta la historia truculenta de una familia: la de Vega. Un padre, Don Rodrigo que es un hombre duro, centrado, por no decir obsesionado, con su bodega y sus viñas. Una persona desconcertante y devastada por el peso de la culpa. Su mujer Doña Agustina una intransigente y egoísta, incapaz, de asumir los golpes que le ha dado la vida y comida por el rencor. Ellos son los padrea de Vega, que se fue de casa a los dieciocho años y Mario quien desapareció siendo un niño en una noche de tormenra y del que no se han vuelto a saber nada. Esas dos “presencias” marcaran a todos los personajes.
Los otros protagonistas principales son Raúl y Hugo. Ellos son los únicos foráneos y curiosamente sobre ambos recae el mayor peso de la historia. Hugo es un periodista gráfico, un padre entregado a su hijo quien padece Síndrome de Dravet, una “enfermedad rara”, que provoca graves crisis al niño. Hugo además carga con la perdida de Vega, que está presente en muchos momentos. Su ausencia es algo que no termina de superar, tiene demasiadas preguntas que ya no podrá hacerla. Raúl es un crio feliz, futbolero y que pese a su grave enfermedad lucha, ríe, hace amigos, en definitiva: VIVE. Pero también es la viva imagen de su tio Mario y eso le acarreará muchos y graves problemas.
Con esta trama principal; con los personajes secundarios que aparecen en la obra: la Tata Piedad, Victoria, Emilio el enólogo o el entrañable boticario, que son muy ricos y con muchos matices; si añadimos las interesantes descripción que se hacen de las costumbres culturales de la zona así como del curioso mundillo del vino, creo que el autor podría armar una buena novela. Pero, Andrés Pascual va añadiendo sub tramas, que en mi humilde opinión, se van apilando unas sobre otras en las páginas. En la obra ocurren: desapariciones de niños, violaciones por persona cercana al entorno, asesinatos, infidelidades, detenciones de inocentes, secuestro de menores, subalternos sin escrúpulos…. Un poco demasiado ¿no?.También me ha llamado la atención que la investigación de los crímenes es “autogestionaria”. La policía y el juzgado van siempre por detrás de Hugo, algunas veces hasta físicamente.
Supongo que alguien estará pensando: a este no le ha gustado el libro. Error, me parece un libro ameno, bien escrito, de los que a los urbanitas nos muestra aspectos de la vida en pueblos o labores del campo que desconocemos.
También el autor “hace Patria” y lo hace con mucho cariño; nos muestra la historia y la cultura de su tierra. Eso siempre ayuda a que el lector adquiera conocimientos que no tiene y nos hace indagar en temas que ignorábamos –en mi caso la cofradía de los picaos me ha llamado la atención-.
Una novela muy a tener en cuenta y de la que seguro se puede sacar una serie o película interesante.
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