Hola a todos, desde las 16 h 58minutos estamos oficialmente en verano. Esto quiere decir que aparte de calorcito y las ansiadas vacaciones, puede acecharnos una desgracia terrible: las obras en casa. Ese ha sido el motivo por el que no publiqué nada la semana pasada, me lo pase pipa eligiendo grifos, azulejos… y hablando con fontaneros, pintores y demás. Entrañable ¿verdad? Y seguramente este será el motivo por el que en agosto os libréis de alguno de mis post, ¡No hay mal que por bien no venga!, pero mientras espero la hecatombe os voy a hablar de Hamnet de Maggie O’Farrell.
Esta es una novela que nos habla de la cara oculta de uno de los mayores genios de la Literatura Universal: William Shakespeare. De su relación con su familia, con su esposa, con sus hijas e hijo. Pero en la que el gran autor inglés es una especie de presencia ausente, que está sin estar, que protagoniza sin protagonizar. Una narración en la que todo y todos son tan prescindibles cono necesarios.
Lo cierto y verdad es que Hmnet ha sido uno de los grandes éxitos editoriales de los últimos años, que se ha traducido a muchos idiomas, en consecuencia ha vendido millones de ejemplares y cosechado innumerables premios. Esos motivos me hicieron tenerla como una lectura pendiente, así que cuando el otro día compre para mi madre: El retrato de casada, la última novela de la escritora norirlandesa, compre su exitoso Hamnet, con la idea de intercambiarlos cuando los hubiésemos leído.
No voy a ser yo el que haga una enmienda a las infinitas críticas que ensalzan esta obra ya sean de expertos en temas literarios o simples lectores con sus reseñas en blogs similares a este. Es indudable que Maggie O’Farrell escribe de un modo brillante. Con un lenguaje sencillo pero muy preciso y con esa pausa que tienen los narradores que dominan el oficio y que a veces lo elevan a la categoría de arte. Pero no sé por qué razón nunca llegué a entrar en el libro de lleno.
Después de darle bastantes vueltas a mis reservar hacia un libro casi unánimemente elogiado, creo que he encontrado los motivos. El primer lugar me ha parecido un libro en el que las descripciones cada vez son más largas, tanto que me hacían perder el interés por la acción, por lo que estaba pasando. Ahí me vino la imagen de esas sesiones de fotos de viajes de los amigos en los que te comienzan a enseñar una y luego otra más y que van explicando con todo tipo de detalles que cuando ya has visto una docena de ellas en la que te han explicado porque llevan esa ropa, que habían comido el día anterior y que regalos habían comprado para sus sobrinos; de pronto dudas si el viaje había sido a Katmandú o a Menorca. Eso es lo que me ha ocurrido al leer Hmnet.
Otra cosa que ha contribuido a mi dispersión ha sido la práctica ausencia de diálogos entre los personajes. Todo va siendo contado por un narrador que más que omnisciente es omnipotente, que casi prescinde de los diálogos para sustituirlos por una sucesión de monólogos interiores en los que el narrador sabe lo que pensó, piensa y pensará cada personaje y que lo expone abiertamente al lector. Esto sinceramente me ha desconcertado bastante.
Hamnet es una novela maravillosamente escrita pero en la que en mi humilde y seguramente errónea opinión, descripción se impone a la narración; el monologo al diálogo, el autor a los personajes y las formas al fondo.
Como no sé si he llegado a esta opinión por mí sobre exposición al mundo de las reformas domesticas o por razones estrictamente de gustos literarios, me comprometo a cuando mi señora madre me preste El retrato de casada retomar la obra de O’Farrell para ver si esto ha sido una enajenación transitoria o padezco algo más grave.
La canción que me ha venido a la memoria al leer Hamet es: Scarborough Fair de Simon & Garfunkel. Un poco por su sonido y otro por que los cantantes tienen una relación tan peculiar como los padres del niño que da título a la novela.
SEÑOR PUTIN UNA PREGUNTA: ¿SU FABRICA DE MUERTOS ESTE VERANO TAMPOCO CIERRA, NO?
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