Hola a todos, ¿como llevamos lo de la “reinserción a la vida normal”? Se acabaron los baños, los paseos y el chiringuito. Comienzan el atasco, el trabajo o las clases. Que no cunda el pánico, que para eso tenemos las entrevistas a psicólogos y los artículos sobre el síndrome de estrés postvacacional, que como cada año nos atormentan y que en el fondo no son otra cosa que la constatación de que el verano ha terminado. Forman parte de una liturgia que cada año se repiten, dándonos las mismas recetas para combatir el estrés. No sé a vosotros, pero a mí en lugar de ayudarme, contribuyen a agobiarme más, rarito que es uno. Hago este comentario porque en el libro del que me gustaría hablaros, están muy presentes el trauma y el estrés, no durante diez o doce días, si no durante tres o cuatro generaciones, se trata de: El zapatero y su hija de Conor O’Clery.
Este libro nos cuenta la historia de una familia armenia que sobrevivió al genocidio turco, a la revolución bolchevique, a las dos guerras mundiales, el terror estalinista, la guerra fría, la caída del Imperio Soviético y sobre todo a un régimen tiránico que según el autor llega hasta nuestros días. O’Clery nos cuenta la historia de la familia de su segunda esposa durante todos estos años, en los cuales jamás fueron dueños de sus propios destinos.
Lo primero que tengo que decir es que el título de este post lo he tomado «prestado» de la trilogía homónima escrita por Antonio Escohotado, sobre el comunismo, más de 2.000 páginas. La segunda es que, en la medida de lo posible, intentaré hablar lo mínimo de política, no será fácil dada la etapa histórica en que se sitúa el libro. Por último decir que cuando leáis la palabra ruso la utilizo como sinónimo de soviético, lo hago por simplificar, ya que en el libro aparecen personas de varias etnias y repúblicas que integraban la Unión Soviética. Vamos allá.
La principal virtud del libro de O’Clery es que pese a tratar del comunismo, ni es un ensayo, ni un libro «político». Es, ni más ni menos, un recorrido por la historia, la sociedad y el sistema soviéticos durante aproximadamente 70 años. La obra nos cuenta a través de tres generaciones: abuelos, padres e hijos, de una familia. Los daré el apellido Suvorov, porque ese es el de Marietta y Stanislav. Ellos son los padres de la segunda esposa del autor: Zhenna, a quien conoció cuando era corresponsal en Moscú. No os preocupéis por todos los miembros de la familia que aparecen, la editorial ha tenido el acierto de incluir un árbol genealógico que es de gran ayuda.
El inicio de la historia me parece conmovedor, nos cuenta un viaje a Rumania del autor, su esposa y su suegra Marietta, para buscar el lugar en que están los restos del padre de ésta, caído en la «gran guerra patria». Una vez localizada la fosa común en que descansa el soldado, solicitan al Presidente Putin la condecoración que nunca recibió. Este hecho nos muestra una tenacidad, una capacidad de asumir el desarraigo y unas privaciones fuera de lo común. No sé si ésta es una virtud de todo el pueblo ruso, pero sí de los Suvorov y en especial de las corajudas mujeres de esa familia. Esta actitud ante la vida se refleja duran te toda la obra.
Posiblemente por que el autor no fue ciudadano soviético, el libro hace mucho más hincapié en la vida cotidiana que en los grandes dramas que padece la familia. Tanto en unos como en otros siempre estará presente el PCUS. Curiosamente, tanto Marietta como Zhenna formaron parte del mismo y en puestos de cierta relevancia.
El Partido, está presente en todo; cuando en 1962 Stanislav sea condenado a cinco años de cárcel por especulador. Su terrible crimen ha sido vender su coche para comprar otro y de paso ganar unos rublos con ello. ¡Cinco años en prisión por vender un coche!, además se verá obligado a emigrar con su esposa y sus dos hijas de corta edad, desde Chechenia a Siberia, mirad un mapa y veréis lo lejos que había que mudarse por tener una reputación manchada. Pero también está presente en episodios más chuscos, como cuando se tolera que Stanislav fabrique zapatos a medida bajo cuerda, algunos de los cuales se calzaran miembros de la “Nomenclatura”, como ocurre con algunas de las prendas que Marietta confecciona clandestinamente o Zhenna consigue viajar fuera de Rusia por, entre otras cosas, tener un carnet que tienen menos de un 80% de soviéticos. Y es que solo hay dos sistemas políticos viables: el que la ley está por encima de los poderosos y aquel en el que los poderosos imponen su voluntad a la ley.
Acabo con dos breves menciones a dos personajes, realmente dos personas que existieron. Por un lado la reflexión que hace Marietta en pleno S.XXI, mientras toma un café en un centro comercial y su Armenia natal vuelve a estar en guerra, como hace cien años: “al menos no tengo que humillarme para comprar un trozo de queso”. Un testimonio digno de los que la Premio Nobel rusa Svetlana Aleksiévich recoge, en el interesantísimo El fin del homo sovieticus. La otra es la figura del zapatero Stanislav, con un fatalismo, una capacidad agonística y un sentimentalismo más propio de cualquiera de los personajes de los libros de los grandes maestros rusos que de una persona de carne y hueso.
El zapatero y su hija es un libro muy recomendable porque se puede leer desde muy diversos puntos de vista. Desde el político al económico y desde el del individuo o desde el colectivo. Creo que merece la pena tener en cuenta este libro tan modesto como interesante.
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