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Maribel en su encrucijada.

Por fin ha llegado el verano, pero lamento informaros que eso no os librará de que os siga comentando lo que voy leyendo. Si en el libro de la pasada semana aparecía como telón de fondo el tránsito de todo un país hacia una nueva etapa, en el que hoy voy a comentar ese viaje lo tratará de realizar una sola persona. Así que está semana hablaremos de: Vidas Samuráis de Julia Sabina.

Maribel a sus veinticuatro vive una etapa difícil, ha terminado su carrera, su relación con Felipe se ha ido al traste y ni su país (España) ni su ciudad (Madrid) tampoco parecen dispuestos a ofrecerle nada. Así que decide cursar el doctorado en una pequeña ciudad al norte de Francia: Lille. Allí deberá empezar desde cero tanto en lo personal como en lo académico y lo cultural.

He de confesaros que había visto algunos comentarios y reseñas  sobre esta novela. Un libro según algunos que nos habla de esa realidad que todos conocemos por hijos o sobrinos que una vez acabadas sus carreras tienen que salir de España en busca de un futuro. Se me presentaba como una especie de novela generacional, fresca, con un estilo directo, todo esto atrajo mi curiosidad, ósea que me puse a ello.

El principio me gustó, como se va buscando la vida Maribel para instalarse, como conoce a Paula con la que en principio no tiene mucho en común y como pasan de compañeras en una residencia a compartir piso, sus dificultades con el idioma y su capacidad para hacer amigos de varios países y de diversos «mundos». No es que nunca se haya escrito sobre el tema, pero para un tipo como yo, que no se ha visto ante esa situación, no deja de tener cierto atractivo. Pero según iba avanzando en la lectura me daba cuenta que cada vez me interesaba menos y que en cada página invertía un poco más que en la anterior. Se dispararon mis alarmas, ¿qué está ocurriendo aquí? La respuesta era fácil: majete, tú no eres el lector objetivo de esta novela. Una vez asumido el drama y es que darte cuenta de que los tacos de almanaque van cayendo uno tras otro lo es, seguí con la lectura.

Teniendo en cuenta que ni con el tema ni con los personajes me resultaba  fácil implicarme, empecé a fijarme más detenidamente en estilo y en el léxico de la narración. Tan fresco, tan directo, tan actual, tan “estupendo”, tan… pero tampoco ahí. Porque de la sencillez a la simplicidad hay un paso, de la frescura del lenguaje a la pobreza de léxico  hay medio y de lo presuntamente actual al adanismo hay un cuarto de paso. Pondré algunos ejemplos, para que no os quedéis en “este tío es un borde y como se ha gastado unas monedas en un libro que no le ha gustado, lo pone a caldo”. Vamos con ello. ¿A cuenta de qué viene cada ocho o diez páginas escribir polla o coño?, personalmente me parece ridículo, más cuando en el libro hay varios momentos de cama en que la autora pasa pudorosamente de puntillas. Lo de las pililas (sic.) bajo los holgados pantalones de los artistas de circo que conocen Maribel y Paula, crep que es la primera vez que leo en muchos años, me parece más que elocuente. Si Quevedo levantase la cabeza teníamos fiesta, seguro. El concepto de luchar como una samurái de la protagonista pasa porque cuando la roban el ordenador en una biblioteca, se compre otro, pero eso sí haciendo un mohín por que el muevo es un poco peor: una guerrera, nuestra Maribel. ¿Qué decir de la capacidad de resiliencia de una joven de veinte pico año, licenciada universitaria, con conocimientos de idiomas para adaptarse a un país y una cultura extraños? Pues que por lo visto lo tiene mucho más jodido –yo también soy súper transgresor- que alguien que en los años cincuenta, salía de un pueblo de Castilla, Aragón o Galicia –en neo lengua España vaciada- para irse a trabajar en una fábrica de Alemania o a vendimiar a Francia, En fin…

Si tenéis entre veinte y treinta y pocos años, solo leéis libros que tenga que ver con vuestro estudio y disponéis de unos días este verano, quizá Vidas Samuráis os interese. Si tenéis esa edad o cualquier otra y sois lectores más o menos habituales de ficción, igual os atrae algo menos. Os recuerdo que España es uno de los países que más títulos públicos al año. En 2019 cerca de 90.000, quizá sean demasiados, ¿no? Por tanto tenéis bastante donde elegir, si no siempre os quedarán el Hola y el Marca.

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