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Más efectista que efectiva.

Buenas, después de dos semanas sin escribir vuelvo a la carga. Y es que entre el puente de mayo y el peñazo insufrible de cambiar el ordenador, no he tenido tiempo para ser sincero ganas de publicar un post.  La cantidad de programas que hay que instalar, archivos que copiar todo entrañable y muy divertido… pero como aquí se viene llorado de casa, hablemos de libros. El de esta semana es: Esperando al diluvio de Dolores Redondo.

A finales de la década de los sesenta del siglo pasado tres mujeres fueron brutalmente asesinadas en Glasgow. Su asesino jamás fue detenido y los escoceses lo llamaron: John Biblia. Casi quince años después aparecen nuevas víctimas de este asesino en serie y el inspector Noah Scott Sherrington emprende una caza de John Biblia, en esta le será diagnosticada una gravísima afección cardíaca, pese a todo Noah no abandonará. Esta búsqueda le llevará a Bilbao. Estamos en 1983, el año en que el diluvio arrasó la capital Vizcaína.

Esperando al diluvio salió a la venta a finales de 2022, en noviembre si no recuerdo mal y por unas cosas u otras lo he ido dejando pendiente. La verdad es que he leído bastante a esta autora y en general sus libros me suelen gustar. Redondo es una de las escritoras españolas que más venden y ha alcanzado el Olimpo de estos tiempos: que Netflix lleve tu obra a las pantallas y es que como dejó cantado Dylan, hace seis décadas: «The times they Are A-Changin«; la vida…

En general las novelas que tocan muchos temas me suelen parecer desiguales, aunque el autor, en este caso autora, haya realizado una gran labor en este aspecto. Dolores Redondo sin duda lo ha hecho, pero sin ánimo de ser exhaustivo en Esperando el diluvio se tocan: el asesinato en serie, el perfil psicológico de este tipo de criminales, las experiencias cercanas a la muerte, los trasplantes de órganos, la creación de la creación de la Ertzaintza, los problemas de las personas con parálisis cerebral, las inundaciones  de Bilbao, las relaciones entre ETA y el IRA… No está mal ¿verdad? Lo que en mi humilde opinión ocurre con este tipo de novelas es que el lector tiene infinidad de temas en los que fijar su atención y se va distrayendo. Además la autora necesita incluir personajes que solo sirven como instrumento para introducir esos asuntos, que no por bien trabajados que estén, no dejan de ser muy secundarios. Algo parecido ocurre con el ritmo de la narración; se ve continuamente interrumpido por diálogos o interminables descripciones que únicamente están al servicio de temas secundarios que si bien ayudan a ambientar la historia por momento la desdibujan.

En Esperando al diluvio no hay demasiados personajes, los dos principales, lógicamente, son el asesino – John Biblia- y su perseguidor – Noah Scott Sherrington- y les rodean media docena de secundarios y algún que otro “figurante con frase” que conforman un “reparto” interesante. Tanto Biblia como Noah son dos personajes con una enorme complejidad y unas motivaciones muy profundas para hacer lo que hacen. Pero, en mi opinión no llega a profundizar en sus almas atormentadas -uno por su pasado, el otro por su futuro-. Esto a mí me ha dejado la impresión de que estamos, ante personajes poco originales, por usar dos que del papel han pasado a la pantalla: una suerte de Hannibal Lecter con pulsiones menstruales y un Atticus Finch con fecha de caducidad. De entre los secundarios destacaría a Maite y a Mikel, en especial a ella, pero la autora de nuevo se queda en los tópicos y los lugares comunes. De todos es sabido que los de Bilbao nacen donde quieren, pero no sabía que tantos lo hubiesen hecho tan cerca de La familia Ingalls. Por si alguien tiene duda en La casa de la Pradera. Hay dos personajes, no sé muy bien si se les puede llamar así, que me ha parecido que contribuido decisivo a que como lector me identificase con el donde y él cuando transcurre la narración. Por un lado la terrible tormenta del verano del 83 que arrasó Bilbao y por otra la familiar voz de Ramón García –si, el de la capa en Noche vieja- que podemos casi oír salir de las radio en cada página. Aquí demuestra Redondo que brillantez y sencillez pueden ir o tal vez deben ir de la mano.

Lo que no me ha convencido de esta novela es el final y ha sido por dos motivos. Uno: el último cuarto del libro la autora nos va dejando pistas más o menos sutiles de que estamos ante la primera de las entregas de una serie a poco que el libro guste a los lectores. La otra es el desenlace propiamente dicho, me ha parecido embarullado ya que en él se vuelven a retomar la infinidad de temas que pasan por el libro formando un totum revolutum –revoltijo diría la RAE-, en el que no le falta ni su pizca de sensiblería; lo dice un lector tirando a ñoño.

En definitiva: ¿me ha gustado el libro?, si. ¿Es entretenido?, si. ¿Habrá una saga?, casi seguro. ¿Tiene Dolores Redondo libros mejores?, si. ¿A los buenos hay que exigirles?, por supuesto.

La canción que se menciona continuamente en Esperando al diluvio, es Wouldn’t It Be Good de Nik Kershaw .Una lástima que no lo presente Ramón García.

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