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Más visto que el TBO.

Bueno, pues ya han llegado esas cosas tan agradables que nos «regala» noviembre: el cambio de hora, los fríos, los horrendos disfraces de Halloween… Pero precisamente por eso, noviembre, al menos para mí, trae cosas buenas: Los partidos internacionales de rugby,  las tardes en casa con libro gordo y cacao calentito. Así que está semana toca uno de esos libros, concretamente: La estación de las tormentas de Charlotte Link.

Felicia es una hermosa joven de gélida mirada, a la que el estallido  de la I Guerra Mundial sorprende en la finca familiar de Prusia Oriental rodeada por sus padres, abuelos, tíos… La vida regalada de Felicia, acabará tal como la conocía. Será testigo y partícipe de la Gran Guerra, o la Revolución bolchevique, el crack del 29 o el ascenso  del nacionalismo. Todo ello adornado por un amor fatal, matrimonios de conveniencia y algo más.

Este es el primer volumen publicado en España, de una serie de tres, que nos narrará la historia de la familia. En ella, las mujeres destacan infinitamente  más que los hombres. Estos básicamente se dejan matar en la guerra, son desertores, pusilánimes simplemente necios, no podía faltar un borracho, claro, y por último está Benjamin, a este hay que «echarle de comer aparte»… Pero, o bien la naturaleza es sabia o el buen Dios es justo, porque la parte femenina del clan es todo lo contrario. Mujeres duras, inteligentes, trabajadoras y dispuestas a lo que estimen necesario para mantener el status familiar. Por supuesto la campeona es Felicia, digna heredera de la abuela Laetitia. Por supuesto que aparecen personajes ajenos a la familia, pero en general se ciñen a este patrón simplista.

No me disgustan las series sobre clanes familiares, de hecho Las Crónicas de los Cazalet de Elizabeth Jane Howard, me parece excepcional, pero me temo que Charlotte Link, por decirlo de un modo educado: jamás jugará en la misma liga. Quien más y quien menos ha leído o ha visto cosas sobre los poco más de quince años que van desde el inicio de la Primera Guerra Mundial hasta el crack de 1929 y como se convulsionó Europa y en particular  Alemania. Así que situar la novela en ese periodo es algo muy arriesgado. Si no se tienen unos personajes interesantes o una historia muy potente es difícil mantener el lector atento. Por unas cuantas razones, Ernst Jünger ya ha escrito  Tempestades de acero, Boris Pasternak Doctor Zhivago y Berlín Alexanderplatz ya la publicó, precisamente en 1929, Alfred Döblin ¡Son ganas Frau Link! No basta con colocar a un miembro del familión en la batalla de Verdun, a otra en un hospital de campaña del Galitzia, a una tercera en el San Petersburgo de la revolución. Si, prácticamente todos lo único que hacen es esperar a que venga Felicia a sacarles las castañas del fuego.

Estamos ante una novela y por definición es ficción. Pero la narración debe en mi opinión tener una cierta verosimilitud, si no la hay tenemos un género muy respetable que es la ciencia ficción. Me intento explicar con un ejemplo: los reencuentros. Hemos leído libros y películas en que dos personajes se separan por circunstancias y que se vuelven a encontrar, por poner un ejemplo a mí el de Ilsa y Rick en Casablanca me sigue emocionando. Pero cuando si dos jóvenes amantes se separan por la guerra, se encuentran en un tren con heridos evacuados del frente, posteriormente en una calle de San Petersburgo en plena agitación revolucionaría, para volverse a encontrar a la salida de un cabaret en la zona más canalla de los años veinte, uno que no es muy imaginativo piensa que igual le han cogido la matrícula. Me estremece pensar cuantos reencuentros tendrán Felicia y Maksim, en las dos entregas que faltan.

Lo mejor de estas casi seiscientas páginas: los cacaos calentitos, lastima de no tener chimenea en casa para leer el resto de la trilogía. La vida…

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