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No os dejará indiferentes.

¿Cómo va ese verano? deseo que al menos, razonablemente bien. Después de varias semanas de un silencio causado a partes iguales por la vagancia, el calor y por dedicarme a la lectura de algunos libros que no viene al caso reseñar aquí: un par de ensayos que me han parecido de lo más interesante y de “enchufarme” una gigantesca biografía de Winston Churchill, ya sé que  es una “marcianada”, pero este era un momento tan bueno como cualquier otro para hacerla ¿no? Tranquilos, no os espantéis, que no voy a hablaros de Primeros Ministros fumadores de puros, ni de Presidentes de los EEUU y como alcanzaron la Casa Blanca ni de Libertadores americanos. ¡Este es un blog serio!, así que vamos a lo nuestro: Los años extraordinarios de Rodrigo Cortés.

Jaime Fanjul, nació en 1902 en el seno de una familia acomodada de comerciantes salmantinos. Cuando siente que su vida languidece, decide escribir una narración de la época que le tocó vivir, en la que amó y fue amado, en la que viajó a lo largo y ancho del mundo. Un camino en el que conoció la miseria y la opulencia; la paz y la guerra. En definitiva: gozó y padeció del ajetreado Siglo XX. Con una peculiaridad: su trayectoria vital no transcurre en un S.XX como el que leemos en los libros de historia, vemos en los documentales e incluso algunos han, hemos conocido. ¿O quizá no sea tan distinto?

A Rodrigo Cortés, como casi todos, le «conocí» en 2010 gracias a Buried (Enterrado), una película dirigida por él. Independientemente de los gustos cinematográficos de cada uno, Buried dejaba muy clara una cosa: en ella había mucho talento. Dirigir una “peli” en la que todo gira en torno a un tipo sepultado con vida en un ataúd de madera con un mechero Zippo, una BlackBerry y un bolígrafo como  ayuda, no debe ser nada fácil. Pues lo mismo me ha ocurrido al leer Los años extraordinarios, se confirma que Rodrigo Cortés, es un creador talentoso.

Estamos ante un libro al que resulta difícil encuadrar en un género literario; porque cabe en muchos y al tiempo en ninguno. ¿Novela?, ¿Autobiografía?, ¿Humor?, ¿Esperpento?, ¿Surrealismo?, ¿Realismo mágico? Pues algo de eso es, aunque la lista podría ser mucho más larga de hacerla alguien con más conocimiento literario que yo. Y es que en el mundo y en la vida de Jaime Fanjul hay de todo. Monjas boxeadoras que se zurran con el primero que se cruzan por la calle. Esclavos que perciben un sueldo y trabajan seis horas. Vehículos que funcionan con el pensamiento y que cuando tienen una avería importante, en lugar de buscar un mecánico, sus dueños recurren a estudiantes de filosofía. El Siglo XX de Fanjul, como el nuestro, también, sabrá lo que es la guerra: como la que sostuvieron durante años los alicantinos contra el resto de los españoles. También tuvo sus grandes obras de ingeniería; quizá la más destacada fue llevar el mar a Salamanca. Ese es el universo que Rodrigo Cortés crea para Fanjul. Si alguien a estas alturas piensa que este post es un desatino y que habla sobre un libro de un autor que desbarra, le haré un par de recomendaciones: deja de leerlo y no compres el libro. Por el contrario, si os parece interesante, leed Los años extraordinarios y si acabáis el post yo os lo agradezco.

Dos aspectos me han llamado poderosamente la atención de este libro. Una es el exquisito trato que Rodrigo Cortés da al lenguaje, su dominio de las palabras y su capacidad para emplear siempre la más adecuada, algo que por desgracia, es cada vez menos frecuentes en los autores contemporáneos y sobre todo si no son demasiado veteranos. Sinceramente, aunque sólo fuera por leer una obra tan pulcramente escrita, merecería la pena darle una oportunidad.  El otro es la capacidad que el autor tiene para que una situación delirante o un personaje grotescamente retratado, nos recuerden a alguien o algo que nos parece haber visto ha ocurrido hace unos minutos. ¿Acaso todos y cada uno de nosotros sentimos, pensamos o vemos lo mismo que lo que nos rodean? En el fondo no cabe preguntarse ¿cuál de los espejos en los que nos miramos refleja la imagen real?

Pienso que Los años extraordinarios  es un libro que tiene muchos lectores potenciales: unos que buscan  entreteniendo, otros que les parezca una carnavalada infumable, otros que intenten rescatar las profundas reflexiones de su protagonista durante su azarosa vida, algunos que lo lean por el simple placer de disfrutar más de la forma en que se escribe que del fondo de lo que narra. Personalmente me ha parecido que tiene un poco de Valle Inclán, otro de García Márquez, algo de Miguel Miura, una pizca de la mala leche de Quevedo y otra del Eduardo Mendoza más gamberro. Pero como uno es más de caña que de coctel, no sé detallar las proporciones de cada ingrediente. Igual me pongo estupendo pero creo que para los lectores de veinte o treinta años puede ser un libro “generacional” como para los hoy cincuentones fue en los 90 Sin noticias de Gurb.

¡¡¡SEÑOR PUTIN, RETIRE LAS TROPAS!!! YA HA CAUSADO SUFICIENTE DOLOR

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