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Piano piano si arriva lontano.

Esta semana no me he acordado de un autor, ni de un libro, lo he hecho  de una editorial, en concreto: Edhasa, un sello que me presentó las obras del grandioso Robert Graves y las novelas de Patrick O´brian que protagonizan Aubrey y Maturin. Esas lecturas, entre otras, me llevarían a aficionarme a  la novela histórica, sobre todo de las de “Romanos” y las de “barcos”. Así que gracias a Edhasa me acerqué a autores que publican en otros sellos, como Santiago Posteguillo con sus Escipiones y sus Julias o a C.S Forrester o Delgado Bañón con sus series sobre Marinos y marineros. Sin más me puse a buscar en la web y me encontré, como no en esta firma, con una novela histórica que me pareció muy atractiva: Las batallas silenciadas de Nieves Muñoz de Lucas. Sin dudarlo me puse a la tarea.

Verdun, febrero de 1916, se avecina una de las grandes matanzas de una guerra en la que nombres como Marne, Passchendaele, Gallipoli o Somme pasarán a la historia de la ignominia de la especie humana. Estamos en plena “Gran Guerra”, y en esta novela nos acercaremos a los sufrimientos de los combatientes, las enfermeras, los civiles o los médicos. En esas terribles horas, luego semanas y finalmente meses, comprobaremos si Orwell tenía razón o no: “Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano”, lo veremos. Nieves Muñoz de Lucas nos lo tratará de aclarar a través de su obra y de las situaciones por las que pasan sus personajes.

El planteamiento inicial me pareció muy interesante. Tres mujeres de muy distintos orígenes se enfrentan al dolor, a la barbarie y a la muerte. Cada una lo hará por una motivación diferente con sus propios recursos y desde sus motivos personales. Una historia potente basada en unos hechos reales – la batalla, la presencia de enfermeras en primera línea y la implicación de una de las familias de científicos más importantes de todos los tiempos, que hoy sigue a la vanguardia de la investigación.

Berthe Hinault es una enfermera cuyo prometido combate en las trincheras del frente de Verdun. Es una mujer joven a la que la vida ha endurecido, a quien sus dramas personales han llevado al ejercicio de la enfermería como medio para paliar el dolor de sus semejantes y el suyo propio. Y es que la vida causa muy diverso tipos de heridas pero todas dolorosas. Shirley St. John es una joven británica perteneciente al VAD (Destacamento de Voluntarios de Ayuda). Una de esas miles inglesas que colaboraron con el esfuerzo de guerra, ya fuera lavando sabanas o confortando moribundos. En un principio parece una señorita bien, inmadura que ve la guerra como algo romántico, recitando poemas de John Keats y enamorándose de un apuesto mutilado. Pero no nos quedemos en lo superficial, estamos ante una mujer que quiere conquistar su independencia, huyendo de la muy tradicional vida de las familias acomodadas de la isla. Por último conoceremos a Irene Curie, hija del matrimonio Curie, su madre galardonada con dos Premios Nobel y su padre «solamente» con uno. Irene pertenece desde la cuna a la élite científica y pese a sus solo dieciocho años sigue la senda de sus progenitores y no por su apellido. Se encuentra en el frente formando en radiología  a los médicos militares.  Además de organizar unidades móviles con instrumentos radiológicos, que puedan acudir en auxilio de los heridos en primera línea.

Según mí leal saber y entender, la autora había conseguido mimbres para hacer un buen cesto: personajes interesantes y una historia más que atractiva. Pero no sé si porque sus editores la han indicado un camino demasiado ambicioso o por sentir el lógico vértigo del cuentista solvente ante su primera novela el libro se va desdibujando, en mi caso se alejaba de mí poco a poco. La barahúnda de personajes, casi todos mezquinos y muchos prescindibles, van difuminando la narración. Personalmente no me han atraído, más bien al contrario. Tanto las tramas como personajes secundarios apenas me aportan nada, ni las desgracias de las campesinas, ya tengan dotes adivinatorias o no, ni los médicos adictos a la morfina, ni las alcahuetas lesbianas, ni los soldado ya sean desertores o depredadores sexuales o asesinos. Me ha llamado poderosamente la profusión de escenas sexuales, la mayoría de ellas gratuitas y sórdidas en las que medio el dinero o la violencia. Creo que el libro se va diluyendo en una neblina artificial que quiere semejarse a la bruma opresiva de la gran película de Kubrick sobre la I Guerra Mundial: Senderos de Gloria.

Pero, y esto es muy importante, estamos frente a la peinera novela de esta autora. Es lógico que el paso del cuento a la novela haya resultado complicado. En cualquier caso Las batallas silenciada, tiene una autora entusiasta que se sabe el tema, no en vano ella misma es enfermera pero que sabe escribir más que bien, con calidad de página. Como “Lobo Negro” seguiré al tanto a tus próximas obras pero recuerda lo que dijo el poeta sevillano: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”.

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