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¡Que chic es buscarse problemas! … y cuanto más graves mejor.

Después de una semana de silencio vuelvo a darle al parche y a comentar con vosotros una nacela. Pero antes de entrar en materia, me gustaría recomendaros el libro  que acabé de releer hace unos días: El infinito en un junco  de Irene Vallejo. Quien más y quien menos habréis oído hablar de esta joya que ha vendido infinidad de ejemplares. Irene Vallejo ha escrito un ensayo de un altísimo nivel cultural, es perfectamente asequible para el lector medio, por ejemplo, yo. Aunque tenemos  que hacer alguna que otra consultilla es muy ameno, con referencias que van desde Alejandro Magno hasta Michael Moore. Y es que cuando las cosas se hacen con amor casi siempre salen bien. Os comento como lo leí: como no es una novela, cada día leía unas cuantas páginas, sin prisa degustándolas. Así podía ir compaginan dolo con otras lecturas, para mí es bastante complicado leer más de un libro a la vez. Cuando acabé esa lectura por “entregas” esperé un par de meses y lo volví a releer esta vez de un tirón. Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de ese modo del placer de la lectura. Bueno, vamos a centrarnos. Hoy toca Del paraíso de Juan  del Val.

Delparaiso es una de esas urbanizaciones que están a las afueras de Madrid en las que viven los “triunfadores”, por mejor decir, los nuevos ricos. Detrás de su perímetro inexpugnable, de sus setos perfectamente recortados se esconden las mismas miserias que en cualquier otro barrio. Pero claro ni Delparaiso es un barrio, ni sus habitantes son “normales”. Así que acreditaros en la garita de seguridad y que como decían en Los juegos del hambre: “Que comiencen los juegos”. Pero por supuesto, con ropa de firma y vehículos de gama alta.

Voy a ir en corto y por derecho, que diría el Juan del Val crítico taurino, antes de reinventarse, que palabra más fea, en guionista de programas de entretenimiento o personaje del colorín. En la lidia y el autor estará de acuerdo, todo se hace por algo y cada uno de los intervinientes tiene su sito y su razón para estar en un lugar concreto y no en otro. Pues en la literatura yo creo que pasa un poco lo mismo, si no hay orden la narración se concierte en una capea. En mi humilde opinión ese es el defecto que padece Delparaiso, hay mucha gente en el ruedo a la vez y eso nos impide ver la faena con claridad. Y es que tratando de buscar una narración ágil va saltando prácticamente cada dos párrafos de una acción a otra, de personajes presuntamente protagonistas a oreos que son secundarios por no decir prescindibles,-por ejemplo y solo por mencionar dos Dolores y Lola, ¿Qué gana la novela con ellas?, ¿que perdería sin su presencia?. En mi opinión nada. Si el matador sale a hombros de los “capitalistas” o en ambulancia poco tiene que ver el acomodador, así que ni en las crónicas ni en los resúmenes de la faena aparecerá pese a que su papel en el festejo sea tan importante como irrelevante.

En cuanto a la creación de personajes, al autor, que por motivos profesionales y tal vez personales conoce el ambiente  en el que se desarrolla la acción, le ha faltado echar la pata palante. Con lo cual nos retrata a una troupe que cada día vemos en “La isla de las tentaciones” o leemos en el Pronto. Tipos con los cuarenta más que cumplidos que se acuestan con sus empleadas, maduras insatisfechas que  funden la American Express Centurion, adolescentes inseguras de su sexualidad, hijos de notarios que odian al papá que arruino su existencia… Como veis todo muy novedoso. Como decía Galindo el de “Crónicas Marcianas” si baja la audiencia… tetas, bueno ahora como somos modernos decimos  sexo. Pero obviamente  en todos sus formatos: heterp, homo, en grupo, en pareja, sado de pago  o fruto de amor del de verdad, metidos en materia he echado de menos algo de zoofilia. No creo que en esta época ni a mis años que como dice un amigo  muy querido” ya le hemos dado vuelta al jamón, vaya a escandalizarme ni nada por el estilo. Simplemente me parece estar en el tendido viendo pegar pases, por no decir mantazos que poco aportan a la narración y es que en la decimocuarta escena de cama la cosa se me empieza a hacer reiterativa. Así que como algunos aficionados sencillamente, esperas que acabe la faena para ir a El Barril a tomar unas gambas con unas manzanillas fresquitas.

Es un tópico aquello de que algunas veces hemos oído en boca de los aficionados a los toros, Juan no me dejaras por mentiroso, con tres tandas de naturales y un par de medias abrochadas muy atrás, se sale por la Puerta del Príncipe o por la que lleva a la calle de Alcalá. Y en Delparaiso, la historia de Mihai y Liliana se ha ido con las orejas puestas. Pero los buenos aficionados somos pacientes, esperamos la gran faena, como los lectores la gran obra. Si me lo permites un consejo nada original: para, templa y mandar. Te espero en la próxima novela, me ha parecido una lectura con buenas hechuras, pero le ha faltado un poco de hondura, de macicez.

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