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Sombras detrás de la luz… eléctrica.

Hola a quien quede por aquí, si es que aún hay alguien. Después de unas largas vacaciones vuelco a comentar con vosotros un libro. En este tiempo de silencio me he dedicado a leer algunos libros de auto consumo y por eso no los he compartido con vosotros Algún  ensayo como “Las letras y las armas” de Andrés Trapiello sobre el posicionamiento de nuestro escritores en la terrible última Guerra Civil Española. Una biografía sobre el jefe del espionaje militar alemán durante la II Guerra Mundial: “El enigma Canaris”, escrita por Richard Basset. Y un par de novelas “La hija de la española” de Karina Saiz Borgo, una historia desgarradora, que esperemos no tener que vivir en nuestras carnes, aunque sea muy egoísta por mí parte. Por último “Loba Negra”, de Juan Gómez Jurado, la segunda entrega protagonizada por una Antonia Scott demasiado “lisérgica” y con demasiados atajos para engarzar la trama.

Ahora vamos con el primer libro del año: La luz de la noche de Graham Moore. Una novela histórica y algo más, ambientada en los Estados Unidos de finales de Siglo XIX. Esta obra  nos narra como la luz eléctrica empezó a introducirse en los hogares norteamericanos en los años finales de la década de los 80 de hace dos siglos. Un joven y ambicioso abogado: Paul Cravath será nuestro cicerone por el mundo plagado de intrigas, invenciones, plagios e intereses comerciales que rodea a lo que comúnmente se conoce como “La guerra de las corrientes”.

La obra escrita por Moore nos cuenta la carrera por llevar la luz eléctrica a todos los ciudadanos de una Nación enorme que hace poco más de veinte años a salido de la terrible Guerra de Secesión y que ahora mira al futuro. Un país joven que avanza hacia el Oeste en lo geográfico y hacia el siglo XX en lo social y lo industrial. Es la época en la que Thomas Edison patenta de un modo casi compulsivo todo tipo de ingenios. Con él compite de modo feroz otro inventor: grandísimo: George Westinghouse. Ambos conviven con una especie de verso suelto: el tan genial inventor, como complicada persona  Nicola Tesla. Estos tres personajes reales, conocidos por todos, conviven en la novel a con infinidad de personajes históricos, que a los españolitos de a pie nos resultan casi desconocidos, pero nada que no se pueda resolver con una consulta en Google. Cravath,  Agnes Huntington, J.P.Morgan o Stamford White, también existieron en la realidad. Todos ellos fueron figuras en sus respectivos ámbitos, la abogacía, el canto, las finanzas o las artes y contribuyeron, al igual que los tres inventores, a generar un mundo del que el nuestro es tributario. Esta profusión de personas reales me ha parecido muy interesante ya que dependiendo de lo que agrade a cada lector, se nos abren infinidad de lecturas: biografías, ensayos, novelas… en la que aparezcan cualquiera de los personajes que pasean por esta obra.

 Algo muy atractivo de esta obra es que nos es una “simple” novela  histórica. En sus páginas, obviamente, leeremos sobre el nacimiento de la electricidad tal y como hoy la conocemos. Pero también toca el mundo financiero con poderosos intereses económicos. Leeremos sobre compras, fusiones o turbios asaltos a Compañías. Veremos como Nueva York se convierte de un modo inexorable en la capital el mundo de la mano de una elite social que rezuma extravagancia gracias a sus fortunas creadas a lomos de una incipiente industria. También, aunque de un modo tangencial, el autor nos retrata la América rural, esa de Servicio Religioso dominical y aún apegada al cultivo de sus campos –el padre de Paul Cravath, me parece un personaje magnífico, un hombre con fe pero con una largueza de miras que no es menor que la de aquellos que están creando el futuro; un  que remarca la ruptura entre una época que muere y una que nace-.

Me queda una duda, casi siempre me ocurre cuando leo ficción basada en personajes históricos. ¿Tesla era una especie de esquizofrénico genial? ¿Edison realmente fue un tipo tan sibilino? ¿Westinghouse era un mero artesano?, vaya Vd. a saber o… a leer.

La luz de la noche es un libro ágil, fácil de leer muy dinámico y con no pocas curiosidades científicas –que no espantan a aquellos que llevamos décadas huyendo de los números, las formulas y los laboratorios-. No es emociona, no impacta, pero es entretenida, curiosa y eso no es poco. En definitiva: una buena lectura, si es que hay alguna que no lo sea.

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