Hoy vengo a hablaros del “Príncipe de la calle” de Kike Calvo. Una historia ambientada en la ciudad de Corella, a muy pocos kilómetros de Barcelona, en la etapa final de la dictadura y el inició de la democracia. Es una novela sobre algunos de aquellos jóvenes que dieron mucho que hablar en esos tiempos. Chavales que viven a medio camino entre la estrenada libertada y la falta de oportunidades. Una juventud que fue devastada por la droga y la desinformación sobre ella. Víctimas de la tolerancia con ese veneno enmascarado por una falsa aura de modernidad. Así que a priori es una buena lectura para un cincuentón urbanita como el que “perpetra” este post. Que le hará recordar no pocas noticias, canciones, películas del llamado cine “quinqui” o comics de Ivá.
La novela nos cuenta las peripecias vitales de Miguel Sarmiento y sus amigos de “Ciudad Satélite ”, desde que son unos adolescentes de una de esas ciudades y barrios de aluvión, que surgieron en los sesenta al abrigo de las aparentes oportunidades que surgían en torno a las grandes capitales como Barcelona, Bilbao o Madrid. Pero claro, una cosa es la teoría y otra la práctica. No pocos de esos barrios y pequeñas ciudades se convirtieron en lugares invivibles, en una especie de “guetos” de desesperanza, drogas y delincuencia, que se llevo por delante a muchos Miguel Sarmiento, con sus sueños y sus esperanzas…; Aunque muchos de ellos salieron adelante gracias a su esfuerzo y tenacidad. Personas que se partieron el lomo en lugar de lamerse las heridas o tirar por la calle de en medio. En el libro de Calvo hay de ambas categorías, pero lamentablemente mi tocayo (yo lo escribo con Q, pero para gustos los colores) no acierta a salir de los tópicos y de los lugares comunes que desde hace muchos años se repiten como mantras.
La obra está dividida en tres partes. La adolescencia de Miguel y sus amigos, en la que pasarán de ser personajes de Enid Blyton a protagonistas de las películas de Eloy de la Iglesia. Su paso por la “mili” y finalmente, su reincorporación a la sociedad. En esta etapa Miguel, está a mitad de camino entre Atticus Finch y Pepe Carvalho.
Los personajes, salvo Domingo el impresor, son también de manual. El yonqui destruido por la heroína, la madre abandonada con dos adolescentes- él pastillero y ella hace la calle -, el macarra de barrio que se convierte en un criminal sin escrúpulos, la madre jovencísima que encadena embarazo tras embarazo, el parado que vaga por los parques fingiendo que continúa trabajando. Tampoco podían faltar el militar que humilla a la tropa, el abuelo republicano – por supuesto-, los pijos de Pedrales –para eso estamos en Barcelona-, un demencial ex brigadista internacional que vuelve a disfrutar de su jubilación a la España de Franco –Olé- Y hasta una prima gorda- perdón con sobrepeso-. Que no falte de ´na.
Supongo que documentarse para escribir una novela es un trabajo que requiere mucho esfuerzo, tiempo y por qué no decirlo, dinero. No todos los autores pueden dedicar meses, por no decir años a investigar para un libro como hacen Matilde Asensi o Santiago Posteguillo, por mencionar a dos de los que más vende. Pero lo que no es de recibo es que con ir a ese “pozo de sabiduría 5.0” que es la Wikipedia nos saquen las verguenzas. A nadie, por muy “colgao” que vaya se le ocurre ir cinco personal a dar un “palo” a un banco en un coche de tres puertas –SEAT 128-. Robert Duvall no gana el Oscar por Apocalypse Now. Tampoco conozco ningún caso en el que nadie se haga el “harakiri” atravesando su pecho con una espada. El chaqué no lleva el bombín como prenda de cabeza – aunque quien lo vista sea inglés-. Salvo dotes adivinatorias de la oficialidad de la BRIPAC, en 1981 es imposible que le calquen a la tropa el mismo discurso cuartelero que el sargento Tom Highway larga a sus chicos del USMC. Kike tenemos un problema, “El sargento de hierro” se estreno en el 86.
“El príncipe de la calle”, según consta en su nota de contraportada, es: “una foto de los tiempos de la Transición”, aunque se pasan por alto algunas cositas que quizá fueron importantes. La muerte de Franco, la aprobación de la Constitución y las primeras elecciones libre después de más de cuarenta años sin ellas. En fin…
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