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Un collage desquiciado.

Esta semana os voy a reseñar Muerte en Hamburgo de Craig Russell. Es la presentación en sociedad del Comisario de la policía de Hamburgo Jan Fabel. Un tipo medio alemán y medio escocés, medio policía y medio historiador. La novela como parece obvio, transcurre en la cuidad cercana a la desembocadura del  Elba y su protagonista es Fabel, que ostenta el cargo de Primer Comisario General, el segundo escalafón de la brigada Criminal, o sea, Jan Fabel es: Erster Kriminalhauptkommissar. ¡Casi nadie al aparato!

Cuando el Comisario recibe un correo electrónico firmado por quien se hace llamar el “hijo de Sven” en el cual anuncia su segundo crimen, saltarán todas las alarmas en el Polizeipräsidium de Hamburgo. El mail hace presagiar otro terrible asesinato, como el primero que ya cometió el mismo criminal. Pronto aparecerá el cadáver de una mujer con su cuerpo abierto en canal y con los pulmones eviscerados. Aquí comienza la carrera de Fabel y sus agentes para atrapar a un sádico en una ciudad tan hermosa como peligrosa.

La novela empieza bien, por no decir muy bien. Un grupo de “polis” bastante variopintos dirigido por Fabel: Werner, María, Ana y Paul. Además y tratándose de un caso de asesinatos en serie con un psicópata de por medio, no puede faltar una psicóloga criminal, se dejarán la piel para atrapar al demente y aunaran todos sus esfuerzos para detenerlo. La primera parte nos muestra la cara b de cualquier gran ciudad, el mundo de la noche, las drogas, el hampa, la prostitución, en definitiva todo lo que no nos enseñan a los turistas. Russell nos va haciendo entrar en el libro dando pequeñas pinceladas sobre la ciudad y mostrándonos algunos esbozos de la personalidad de los miembros del equipo investigador.

Pero todas las expectativas, al menos las mías, saltan por los aires al descubrirse la identidad de la segunda víctima: Monika. No es la prostituta de lujo que parece ser, si no una agente del BND, el Servicio de inteligencia alemán. Aquí la obra  dejará de ser una historia de misterio con unos toques de terror gótico, para convertirse en una suerte de patchwork enloquecido. El autor va añadiendo tramas y sub tramas que están relacionadas a duras penas entre sí. A saber: una trama de corrupción policial, otra de negocios urbanísticos poco transparentes, una tercera de ambiciones políticas; tampoco podrían faltar una lucha por el control de los bajos fondos entre una mafia turca y otra ucraniana, un lío de faldas de un político, el pasado nazi de algún personaje, el terrorismo de la izquierda radical de los 70 y 80 en la RFA, las intrigas entre agencias gubernamentales, una pseudo religión odinista y… “también dos huevos duros”, como en la famosa escena de Un noche en la Opera de los Marx. Y a pesar de esta enumeración, seguro que aún me dejo algunas.

En mi opinión, el autor sepulta una buena historia. La del asesino que mata a sus victimas según un ritual vikingo, a fuerza de introducir infinidad de temas., Algunos, como ya he dicho metidos con calzador. Eso hará que personajes más o menos marginales en la trama original, un yonki y un joven de origen turco que se busca la vida en la calle, sean cruciales para encauzar, una y otra vez la investigación o mejor dicho el libro. ¿Para qué tantos policías, perfiladores psicológicos, servicios de inteligencia, catedráticos de historia, cuerpos especiales?, ¡si dos tirados están siempre más informados! Estos dos personajes sirven de coartada, en varias ocasiones al autor para tratar de centrar el tema principal. A mí eso me parece hacer trampas al lector, como lo de encontrar pasadizos o para salir de una mazmorra o la aparición de unos amables y eruditos esquimales que hablen afrikáner para indicar el camino a unos sudafricanos perdidos en el gran norte.

Además creo que Russell saca muy poco partido a sus personajes, después de más de cuatrocientas páginas prácticamente siguen siendo desconocidos para el lector. Pese a que ya ha hecho algunos apuntes sobre ellos que resultan interesantes. A los personajes, Fabel incluido, se verán arrastrados por  la catarata de temas y más temas que arroja sobre ellos y sobre la novela el propio autor. Una pena. Un libro que por ambición o por exhibicionismo  del autor no alcanza las expectativas que nos crea.

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