Hola a todos, normalmente en estas entradillas os cuento alguna “batallita” personal o como llegó a mis manos el libro del que luego os hablo. Esta semana no haré ni una ni otra cosa. Simplemente quiero desearos unas felices Navidades, que las disfrutéis con los vuestros y que lo hagáis como mejor os parezca. Algunos les daréis una dimensión religiosa, otros festiva y habrá quienes las viváis con la nostalgia del recuerdo de los que os faltan, aunque creo que la mayoría mezclaremos un poco de cada una de ellas Una vez escuche a José Luis Graci decir que la Navidad es una quinta estación del año que dura desde el día de la lotería hasta el de Reyes. No sé si estoy de acuerdo con él, pero lo que parece indudable es que estos quince días no son iguales que ningunas otras dos semanas del año. El penúltimo libro de este año es: Los secretos que guardamos de Lara Prescott. No es un libro navideño, pero habla de una novela en la que hay mucha nieve.
Un libro, concretamente Doctor Zhivago cambiará la vida de una de las mecanógrafas que trabajan para “el gobierno” en Washington. Irina es una joven norteamericana de padres rusos que se verá involucrada en uno de los infinitos episodios de la Guerra Fría. Descubrirá un mundo que para ella era desconocido: el de los agentes de campo, pero también una afectividad y unos sentimientos que jamás antes había experimentado. Paralelamente en la Unión Soviética, Boris Pasternak afrontará no solo las dificultades de cualquier autor frente a su creación si no las más terribles presiones de un régimen que asfixia a sus ciudadanos.
Casi todos hemos oído hablar de Doctor Zhivago, la mayoría hemos visto la película de David Lean y los más aguerridos habrán leído las más de setecientas páginas de la novela de Pasternak. Este es un libro cuyo protagonista es precisamente otro libro y el motivo principal por el que he leído Los secretos que guardamos. Alguien dijo que cuando un autor termina de escribir una obra esta ya no es suya si no que pertenece a los lectores. Lara Prescott en esta novela, entre otras muchas cosas, nos narra que ocurre cuando los “lectores” deciden darle un uso distinto a aquel para el que fue creada.
Los secretos que guardamos son a un tiempo una novela de espías, una ficción histórica y una investigación literaria. La acción se desarrolla de un modo paralelo en dos escenarios principales: los Estados Unidos y la Unión Soviética. Es curioso que los personajes que aparecen en cada uno de ellos jamás coinciden a pesar de que la línea temporal sea la misma: los años cincuenta. Personalmente me ha gustado más la trama soviética que la estadounidense. La una basada en la investigación de la autora y la otra ficción pura.
Esta segunda, como muy acertadamente se indica en la contraportada es una especie de Mad Men, con la “ligera” diferencia que la agencia de la famosa serie de televisión es de publicidad y la del la novela es la Agencia, con A mayúscula, vamos: la CIA. Aunque me ha parecido entretenida, creo que nunca llega a más que una correcta trama de espionaje que al mezclarse con los problemas que tenían los agentes LGTBI –por usar la terminología actual- se va difuminando. Algo similar me ha ido ocurriendo con los personajes, no he sabido si lo destacable es su desempeño para la agencia o sus opciones sexuales. Siendo dos temas interesantes en los que la autora no llega a entrar a fondo.
Como he dicho antes, la parte rusa me ha gustado bastante más. La peripecia para que el Doctor Zhivago pueda publicarse o por las terribles amenazas y presiones sufridas por Pasternak que llegaron incluso a obligarle a rechazar el Nobel de Literatura, me han parecido muy interesantes. La relación de Pasternak con Olga, su amante eterna, me ha resultado conmovedora por su complejidad, su culpabilidad y su firmeza; un amor a prueba de todo, incluso de la reclusión en el Gulag, el régimen soviético la condenó a cinco años para disuadir a Pasternak de continuar con Zhivago. La figura de Olga me ha sorprendido, al ser esta una obra de ficción no sabemos cuánto hay en las páginas que Los secretos que guardamos dedican a Olga Ivinskaya, pero tanto la persona como el personaje me han impresionado por su entereza y su respeto por sí misma.
Esta novela de Lara Prescott sin ser una obra maestra me ha parecido interesante y una buena lectura para estas gélidas y lluviosas tardes, seguro que os resultará una agradable compañía y os hace pasar algunos buenos ratos. ¡Ah! si sois muy perezoso para leer hay película. Una pregunta: ¿creéis que con ese nombre la autora escogió por casualidad la obra de Pasternak como inspiración de su novela? Yo no. Feliz Navidad para todos.
¡¡¡SEÑOR PUTIN, DETENGA YA ESTA GUERRA QUE YA DURA DIEZ MESES!!!
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