Hola a todos. Esta semana os traigo un libro del que nunca había oído hablar, de un autor totalmente desconocido y para rematar el asunto es sobre un tema, la jardinería, del que no tengo ni idea. Se trata de: Recuerdos de un jardinero inglés, escrita por Reginald Arkell hace más de siete décadas.
La novela nos cuenta la vida de Herbert Pinnegar un niño solitario apasionado de las flores silvestres que pasando el tiempo no se resigna a ser un agricultor más. El joven Bert será contratado como ayudante de jardinero en la gran casa de la señora Charteris hasta llegar a ser el Señor Pinnegar, ni más ni menos que el jardinero jefe de la mansión. Tras una vida dedicada a las flores se convertirá simplemente en un jardinero retirado; «El Viejo Yerbas».
El libro es sencillo de esos en los que parece que no pasa nada. Pero claro que pasa algo y muy importante: la vida. A través de la vida del Sr. Pinnegar, el autor nos muestra como se transforma la sociedad rural inglesa desde los últimos años de la época Victoriana y hasta el final de la II Guerra Mundial. Pero la novela de Arkell no se limita a ser una simple obra costumbrista, sino que empleando al protagonista el autor analiza diversos valores, para algunos lectores pueden resultar demasiado tradicionales y para otros son eternos. La dignidad del ser humano, el trabajo, la vocación o la importancia de la bondad. Pues bien todas esas virtudes y alguna más, adornan al bueno de Herbert Pinnegar.
Y es que esa es la palabra clave de este libro: bondad. En estas doscientas veinticuatro páginas, salvo los de las flores, que primorosamente cuida Mr. Pinnegar, solo aparece un “capullo”. La obra rebosa de buenas acciones de esas que se hacen porque salen del corazón. Como la que hace Bert a su amigo el ferroviario o el misterioso sobrino de la Señora Charteris al que siempre se le queda la ropa pequeña y que curiosamente es de la talla de jardinero. El ultimo capitulo merece ser mencionado por que es un autentico acto de bondad en el que los nuevos dueños de la mansión, la persona que cuida a la señora Charteris y por supuesto “El viejo Yerbas” dignifican la condición humana. Es de una sensibilidad conmovedora pero sin ningún atisbo de cursilería. Unas páginas que pudiera haber firmado el mismo Charles Dickens, de esas que cuando las lees te ponen en paz contigo mismo.
Otra de las características de esta pequeña joya es el humor, presente en muchos de sus pasajes. Ese humor fino, blanco del que nos saca más una sonrisa que una carcajada. Un humor muy ingles que a veces a los meridionales se nos atraganta, como nos ocurre con su clima o con eso que llaman cerveza, pero que en el fondo tienen su encanto. Y es que en esta novela hay varios momentos en que el autor sublima ese humor británico a medio camino entre lo sutil y lo irreverente, pero siempre elegante. Nada que ver con las ordinarieces de Benny Hill o las gracietas facilonas de Mr. Bean.
En mi opinión estos Recuerdos de un jardinero inglés han sido un autentico regalo. Por su sencillez, por su serenidad a la hora de afrontar la vida, por la fe que transmite en la calidad de ser humano, por ese retrato de un mundo pausado en el que todos conocen a todos y casi todos se preocupan por hacer del mundo un sitio menor, mas habitable.. Eso es lo que nos trasmite este breve libro de Reginald Arkell y sobre todo su protagonista: Pinnegar, alguien que dedica su vida a crear belleza, en definitiva a hacer mejor el mundo en el que vive.
Una pequeña pega: el libro es muy inglés, quizá demasiado. En mi opinión para ser absolutamente británico, le faltan un par de cositas. Que la Señora Charteris debería ser Lady Charteris y falta alguna escena de Pub. Salvo estos errores “imperdonables” la obra es una verdadera delicia para el lector, incluso para aquellos, que como yo, no tienen ni idea de jardines, plantas o flores, pero se resisten a perder la fe en las personas. Recomendabilísma.
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