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Una vida en jaque.

Ding, dong ¿puedo pasar? Después de una semana sin dar la tabarra vuelvo a las andadas, a comentaros un libro. Pero antes de entrar en harina, me gustaría recomendaros la lectura de El penúltimo negroni del gran Gistau, una fenomenal selección de sus artículos, a mí me ha emocionado. Pero como todos sabéis yo a David Gistau le leo en un reclinatorio, je je.  Bueno, vamos a lo que toca, que no es otra cosa que la novena en la que se basa una de las series que durante muchos meses ha estado en boca de todos los que la han visto, no es mi caso. Con todos vosotros Gambito o de dama Walter Tevis.

Normalmente empiezo los post haciendo una especie de sinopsis del libro que os voy a comentar, pero esta vez no va a ser así. Quiero dar las gracias a alguien muy querido por facilitarme una conversación con una persona tan inteligente como amable que me ha ayudado a profundizar sobre Beth Harmon. Gracias “Mari Carmen” por ponerme en contacto con ese sabio que es tu padre: Benito  .Una de esas pocas personas que raramente tenemos la suerte de conocer en la vida. De esas que después de muchos años sin tener contacto, sacan un buen rato de su tiempo para atenderte y enseñarte con el cariño de un maestro, que no un profesor.

Vamos allá, como casi todos sabemos Gambito de dama es la historia de una huérfana que alcanza la excelencia, como se dice hoy, en el ajedrez. Pero solo lo consigue en esa faceta de su vida, las demás serán francamente mejorables. Esa disfuncionalidad es la que me ha atrapado. La novela me ha parecido fantástica, con un estilo muy directo, muy ágil, muy… norteamericano. Tevis es el autor de El buscavidas y El color del dinero, ambas llevadas al cine,  con personajes como Eddie Felson, interpretado genialmente `por Paul Newman y que tiene bastante que ver con la protagonista de este libro.

Es cierto que para los que apenas conocemos las «cuatro reglas» del ajedrez a veces nos perdemos entre tanto tecnicismo, pero tampoco hemos ido a una batalla, ni matado a nadie y leemos libros en los que esto ocurre. Así que  no saber de ajedrez no es excusa. La potencia de la historia y de su protagonista, hace que ante cualquier obstáculo que nos merezca la pena continuar con la lectura. Siempre será mayor el beneficio que la inversión.

La vida nunca trató bien a  Beth Harmon,  pero ella tampoco supo cuidarse. Huérfana desde los ocho años, es acogida en una institución. Allí descubrirá su don para el ajedrez, pero también sus debilidades. Como en una partida de ajedrez en la novela hay muchas piezas, pero solo hay una sin la que es imposible continuar el juego: el Rey y quien reina sobre el libro es Elizabeth, sin ella no hay ni novela, ni historia ni NADA.

De entre los «peones» que rodean a la «dama» me han llamado la atención tres y curiosamente ninguno es un ajedrecista de competición. Me ha parecido interesante que ni William Shaibel, ni Alma Wheatley  ni tampoco Jolene resultan ser lo que en un principio aparentan. Así, el bedel gruñón no sólo es quien enseña a la cría a jugar, si no que nos regala uno de los pasajes más conmovedores del libro, cuando Beth ya una campeona descubre en el cuartucho en el que él la enseñó a jugar una pared en la que Shaibel ha ido poniendo con una veneración casi religiosa noticas, fotografías y partidas de aquella huérfana que bajaba allí a limpiar los borradores. Alma es la peculiar madre adoptiva que parece que va a explotar económicamente su talento, pero muy al contrario, la cuida y protege, eso sí, a su errática manera. Es que la Señora Wheatley tiene su aquél. Por último Jolene que se nos presenta como una abusadora en el Hogar de Niñas Methuen pero quien resultará ser la única amiga verdadera de Beth a la que rescata de sí misma en una de sus terribles caídas.

Beth, Beth, Beth… ¿Quién eres Elizabeth Harmon? ¿La huérfana? ¿La adicta? ¿La superdotada?, os  confieso que después de leer la ultima pagina no lo sé. ¿Por qué tú lucha hacia una destrucción que realmente no quieres? ¿Por qué esa incapacidad para dar o recibir amor? ¿Por qué subes a la cima para desde allí dejarte caer, como si Sísifo cuando llega al final de la pendiente arrastrando la pesada piedra, fuera él quien la empujase de nuevo hasta abajo? Pero ¿Acaso cada uno de nosotros sabemos quién somos?

Pues nada, ya tenemos tarea todos, unos leer Gambito de dama y otros verla. Si la serie es la mitad de buena que el libro, estoy seguro que disfrutaré mucho.

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