¿Que pensaríamos si nuestro vecino, un amable jubilado fuese cada semana a compartir su soledad con una prostituta callejera? ¿Y si fuese nuestro tío o nuestro padre?..Pues bien este es el punto de partida de Ya no quedan junglas adonde regresa de Carlos Augusto Casas. La, la primera novela del autor. Está ambientada en el Madrid actual, nos habla de nuestra época, de nuestro mundo y de sus problemas y que nos muestra mi ciudad;Madrid, tanto su cara A como la cara B. Todo ello regado con abundante sangre, quiza demasiada.
Antes de reseñar el libro haré una precisión sobre la clase de novela con la que nos vamos a encontrar. Usando palabreas del propio Casas, quién en la mayoría de las entrevistas que sobre “Ya no quedan junglas a donde regresar” ha explicado las diferencias entre “novela enigma” y “novela hard boiled”. A trazo muy grueso, casi a brochazos, podemos decir que la primera categoría es un juego entre el autor y el lector para descubrir una incógnita, por lo general el autor del crimen –es como jugar al Cluedo-. En las obras del segundo grupo no tenemos que resolver nada, desde el principio sabemos el que y el quien, el autor naos cuenta la historia sin que tengamos más trabajo que encajar los golpes que nos propina. O sea que la una es más Agatha Christie y el otro más Raymond Chandler.
Y ahora, vamos con lo nuestro. Mateo Acuña “el gentleman”, es un jubilado de 72 años y viudo desde hace 18 que compra compañía a Olga, una ptostituta del este que ejerce en plena calle de la Montera, a 20 euros la media hora. Cada jueves durante 60 o 90 euros fingen ser quien no son. Ella una top model y el un piloto que viaja por el mundo, Pasean van a comer y en definitiva se mienten. La suya es una relación en la que no hay sexo, únicamente la tristeza de la prostituta engañada y la soledad del anciano olvidado por todos. Todo esto explotará cuando Olga es asesinada por cuatro poderosos abogados que la contratam para noche de”farra” que acaba torciendose. Mateo tomaraá una decisión matar a los que le han arrebatado la felicidad que pagaba al contado. Lo hará de una manera salvaje, del modo que lo hace el que no tiene nada qye perder.
En esta venganza Carlos Augusto Casas nos presenta un elenco de personajes que como poco son peculiares, La inspectora Iborra, que lleva a cuestas otra relación tormentos con su matido, quien, como diría el castizo “se ha ido a por tabaco” y al que continuamente deja mensajes de reconciliación en el buzón de voz. Una alcoholica en potencia capaz de beber a morro de una botella encontrada en el mueble bar de la escena de un crimen. Su ayudante el subinspector Puertas cojea del mismo pié, perito en todo tipo de “espirituosos”, que consume y requis en cualquier momento de la investigación. La frase “el mensaje no está en la botella si no que la botella es el mensaje” que sueltan en uno de sus mano a mano retrata a los dos “polis”. En el fondo son unos policiass eficientes y majos o… no, vosotros jugaréis.
Otro personaje importante e impactante, es Herodes o “el hombre que decía llamarse Pedro Bustos. Un asesino implacable, un profesional de la muerte que carece de escrúpulos, pero que mantiene una relación con Lidia. Con ella y con su hijo hace una cida familiar normal, Herodes debe ser el primer sicario de la historia que ayda en las tareas de casa a su no menos sorprendente pareja.
Sobre stas tres relaciones de ¿amor? siempre está muy cerca la muerte, ya sea por motivos personales o “profesionales”. Los personajes secundarios, tan impactantes al menos como los principales, tampoco están muy lejos de ella. Unos la sufren y otros la procoxan. Casas nos presenta unos secundarios muy atractivos que eenriquecen la historia llenos de matices. unos son despreciables otros cuontradictorios pero todos suman. El esperpéntico Turón con su aspecto repulsivo –me recuerda a Jabba de la guerra de las galaxias- , “el Mazas” el viejo putañero vonfidente de de Mateo, es una delicia de personaje. “El Chapas” un pistolero de gatillo suave y cabeza dura, acompaña y saca de quicio a Herodes. El informático listillo…. Todos son gente inflamable que desean que les acerquen una cerilla, para poder reventar.
El libro es muy entretenido, con mucho ritmo, siempre pasan cosas. A parte de la venganza y la violencia –yo creo que el “trabajito” del restaurante es un poco excesivo-, trata temas muy actuales. El abandono de nuestros mayores, la indiferencia ante los dramas cotidianos, la dureza de las grandes ciudades.
La mejor reseña que podemos hacer de “Ya no quedan junglas adonde regresa” es la cita de Fernando Pessoa que la encabeza: “El deleite del odio no puede conpararse con el deleite de ser odiado”. Es adictivo y sorprendente: en definitiva un buen libro.
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