El pasado día diecisiete de Octubre Miguel Delibes ha cumplido cien años, lo digo así, en presente, porque este maestro sigue y seguirá vivo mientras alguien lea sus libros. Este cazador metido a escritor, creo que es uno de los mejores novelistas españoles de todos los tiempos. Junto a Galdós y al que inventó este “negocio”, su tocayo Cervantes. Los más grandes. No creo equivocarme si afirmo que en cualquier casa española en la que haya más de media docena de libros, alguno es suyo. Id a las estanterías de casa o a la de la casa la de vuestra infancia y comprobaréis que es cierto. Y eso es simplemente porque Don Miguel es pueblo, es el castellano, es… España.
Aun recueros cuando era un chaval de sexto de EGB, una tarde la señorita Mari Carmen nos mandó leer un libro y todos en el recreo nos quejábamos diciendo que ya teníamos muchos deberes y que encima alora teníamos que embaularnos una lectura obligatoria que seguro que era un rollazo. Fui a casa y comenté que en el cole nos habían mandado un libro, me dieron quinientas pesetas para que al día siguiente cuando saliera de clase me fuera al Corte Inglés a comprar El camino. Era tirando a gordito, más de doscientas cincuenta páginas, ¡jolín con la señorita Mari Carmen, como se ha pasado! En esa edición de tapa de cartón blanco con un dibujo en naranja encontré a alguien que me acompaña desde esos tiempos de crío y supongo que el resto de mi vida: Miguel Delibes.
Así que me puse a leerlo, allí me encontré con Daniel el Mochuelo, Roque, el Moñigo, las Guindillas… Vi un mundo que para un chico de ciudad era desconocido, el de la vida en el campo, pero también me hablaba de la amistad, del amor y de la muerte. No estaba nada mal aquella lectura, bastante mejor que El conde Lucanor que nos habían endiñado hacía unos meses. Aquella fue una de esas pocas veces en las que lo que empieza como obligación termina siendo un placer.
Pasado un tiempo compré Las Ratas, también en una edición de bolsillo, con unas siluetas negras sobre un fondo amarillo. Conocí al Nini, el tío Ratero y a doña Resu. Una novela muy áspera que me dejó impresionado. Aquel niño de campo sabía cientos de cosas que yo desconocía. Pero también por las terribles condiciones de vida, la ruindad de algunas personas, además de la bondad hacia nuestros semejantes. Un libro seco que me impactó e hizo que me apeteciera leer más novelas de aquel señor de Valladolid con pinta de serio y que escribía palabras que jamás había leído.
Según he ido cumpliendo años, también he ido cumpliendo con Delibes., leyéndole con una especie de devoción casi religiosa. El disputado voto del señor Cayo, La sombra del ciprés es alargada, La hoja roja, El príncipe destronado -tal vez la que menos me ha gustado-, Parábola del náufrago, Señora de rojo sobre fondo gris. Todas las que podía comprar cuando tenía unas pesetillas y las que tomé a préstamo en la biblioteca pública de la calle Quintana, que eran las más.
A la hora de componer personajes Delibes tiene la misma maestría que cuando crea sus historias o nos describe un paisaje. Por sus diarios el autor nos presentó a Lorenzo, un cazador al que luego acompañamos en su emigración a América y por último en su jubilación. Un tipo mal hablado, vital y fanfarrón que nos muestra al Delibes más castizo y que da un curso en tres tomos sobre el lenguaje popular, por no decir populachero. Qué decir de Menchu, la famosa viuda de Mario, un retrato tan despiadado como magistral de la vida burguesa de provincias en la década de los 60. Una joya de personaje que nos habla de la falta de comunicación en la pareja, de la insatisfacción, de la falta de ambición y en definitiva de los reproches que muchas veces no nos atrevemos a hacer. Paco el bajo, el Azarías y Régula, forman tal vez, la mejor fotografía que jamás se haya sacado de los campesinos de lo que hoy los modernos llaman la España vaciada, gente sencilla, trabajadora pero también trabajada por la vida, que pese a estar oprimida y resignada, no pierde su dignidad. Efectivamente unos Santos y unos inocentes, conmovedores.
Dejo para el final el protagonista del libro que os quería comentar: El Hereje. Esta fué la última novela del autor, en la que vuelca toda su maestría. En ella aparecen los temas más recurrentes de su obra: su ciudad, Valladolid, la vida y las faenas del campo, la caza, la libertad del individuo y por supuesto las relaciones humanas, siempre complejas. Cipriano Salcedo me parece un personaje al que merece la pena acercarse, alguien que desde el primer minuto de su vida se ve obligado a sobrevivir, a luchar. Primero contra un padre tiránico, luego consigo mismo y por ultimo contra el mundo en el que vive. Es un buen hombre y un hombre bueno que se verá atrapado en una contradicción continua entre amoldarse a la corriente mayoritaria o vivir, creer y morir según le dicta su conciencia. Un tipo que es un autentico ejemplo de coherencia, dignidad y de bondad. Algo que pasaba factura en el Siglo XVI, pero también hoy, aunque ahora no se pague con la vida, rectifico, en algunos sitios sí.
Acabo este post, que tiene más de personal que de otra cosa. Os invito a que cojáis ese libro de Delibes que esta criando polvo en las baldas más altas de casa y que lo leáis, sea el que sea. Tal vez os ocurra como a mí, que descubráis a un abuelo de repuesto –yo no conocí a los míos- que os cuente historias sobre las personas, la naturaleza y sobre los pueblos. Nos guste admitirlo o no forman parte de nosotros y de nuestro país.
Gracias, gracias y mil veces gracias Señor Delibes.
Sé el primero en comentar